He descubierto que nuestra casa, la que empezamos a reformar hace tres años, como lloré aquí, a la que nos mudamos hace sólo unos meses, como resoplé aquí, en la que saltan los fusibles, como me quejé aquí, nuestro hogar, dulce —a pesar de todo— hogar está infestado de termitas. Fue ver unos repugnantes gusanos y unas hormigas con largas alas saliendo de debajo del rodapié de madera, y saberlo: termitas. No las había visto en mi vida, pero como tengo el cenizo no tuve duda.
Aunque bien pensado, no es cierto. Las había visto y todavía más: las había buscado con afán. Sólo que entonces no sabía que se llamaban termitas. Les decíamos “lúas”. En mi infancia agropecuaria eran muy valoradas como señuelo en las perchas, unas trampas para pajaritos. Todo bastante salvaje, como ven y veo ahora, pero aquellas trampas parecían ballestas en miniatura de las que salían en Ivanhoe, una de mis películas favoritas. Encontrar en un tronco podrido un nido de alúas era una emoción comparable al hallazgo del tesoro en la Isla del ídem.
Al asco inmemorial por los gusanos, al terror a las termitas, se ha sumado ahora el remordimiento. En mi descargo alegaré que las usé poco: la emoción de ponerlas no justificaba la desolación de haber matado a un pajarillo. Pero alguno cayó. Descubro que aquellas alúas son estas destructoras termitas, y algo de mi congoja me consuela: la merezco.
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10 comentarios:
Por si te sirve de algo, esas hormigas aludas o alúas que cogías de niño no eran termitas, sino machos de hormigas comunes, más grandes que las obreras y dotados de alas, que en determinada época del año emprenden el vuelo nupcial.Las termitas son otra especia, y no creo que les corresponda vengar agravios ajenos.
Hombre, José Manuel, no me mates. ¡Para un pequeño consuelo que me quedaba!
Yo sufrí un terrible episodio de termitas que acabó con todos los rodapies, marcos de las puertas y biblioteca de la planta baja de la casa. Las interceptamos en el tercer peldaño de la escalera. Son traidoras, porque no dan la cara hasta que ya es demasiado tarde. hacen túneles de tierra sobre la pared para no recibir la luz del día; dejan siempre una lámina de madera intacta para no delatar su presencia y devoran los libros dejando intactas las tapas. Les apasionan las fotografías. Un verdadero drama que sólo se cura con una fumigación drástica.
Jo, "Ivanhoe" también es una de mis películas favoritas de la infancia. La habré visto treinta veces por lo menos, como "Coraza negra" con ese Tony Curtis entrenando: "¡flanco derecho, flanco izquierdo, caaaabeza!".
Yo también he matado alúas y aunque creo que nada pasa por casualidad, no creo que las merezcas. Lo que mereces es encontrar una manera de deshacerte de las termitas para siempre. Un abrazo
Así que una alúa de las alúas de toda la vida para perchas es una termita. Menos mal que eres poeta y no biólogo, aunque bien pensado una cosa no excluye a la otra ¿ o sí? bueno no lo sé.
Dígame David Attenborough del Puerto, ¿ no será carcoma?.
Saludos, pichorrubio.
¿Será este bicho xilófago el que Aristóteles menciona en su historia de los animales? Tal vez Plinio lo haga... El remedio para que no devoren los libros está muy claro, amigo Enrique: guarda cada uno de tus libros en cajas de madera de ciprés. No sé a qué esperas hombre.
Me lo estoy pasando muy bien leyendo tu blog.
He visto un despiste de semántica sintáctica: las termitas infestan un lugar, no lo infectan.
Muchísimas gracias. Tengo una sintaxis infestada de errores, así que toda ayuda es poca, anónimo benefactor.
Qué va; redactas impecablemente y escribes muy bien.
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