Un crítico de peso es una campana de vacío para su propia obra y hasta para sus opiniones. Sobre su obra está clarísimo. Criticar al crítico cuesta mucho si el nuevo crítico tiene a su vez obra propia o ya quisiera, como suele suceder. Temerá la contracrítica y, encima, sobre su juicio recaerá la presunción de resentimiento, si el crítico de peso le puso mal con anterioridad o no habló de él; o de desagradecimiento, si le puso bien. Esto, ojo, no es ninguna ventaja, pues es preferible un juicio negativo [inmejorable a veces, según quién lo haga y cómo] a nada. Por otra parte, tampoco resulta fácil aplaudir al crítico de peso: puede parecer peloteo o simple aplicación de la ley del Talión, aquella del elogio por elogio... Lo más seguro, por eso, es ponerse de perfil.
Pero incluso las críticas del crítico de referencia crean un raro silencio alrededor. Por ejemplo, mi intención era dedicar la entrada de hoy a
Vicente García y a su libro
Ahora. Pero veo que se me ha adelantado
JLGM, citando incluso el poema que yo quería copiar, y me desinflo. ¿Parecerá que voy a rebufo?
Bueno, da igual, el poema merece la pena. Se llama "Los enigmas":
De niño ya te hablaban
de la vida y la muerte.
Qué fácil es hablar
de la vida y la muerte.
Cuándo sabremos algo
de la vida y la muerte.
Como estamos hechos a la triada de Miguel Hernández ("Llegó con tres heridas:/ la de la muerte, la del amor, la de la vida"), la ausencia del amor es otro enigma en este poema, un agujero negro por el que se agranda su vacío, y nos inquieta más.
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