domingo, 13 de septiembre de 2009

El guardia aguado

Será el shock postvacacional, pero el guardia de tráfico que llevo dentro está hecho un lío, o dado de baja, o le han echado para recortar gastos municipales. El artículo de hoy es en realidad dos entradas de blogg o, como mínimo, una. El déjà vu que me entró al entrar en la Biblioteca tendría que haber entrado aquí. Sin límites de espacio no se me habría quedado fuera un detalle curioso. A mi lado yacía abierto un libro gordo con todos sus avíos de gomas, subrayadores de colores, lápices y bolis varios. No me fijé en el libro. Pero en cuanto volvió el estudiante de su vuelta al ruedo o de su enésimo café o de su cuarto Red Bull, me entró una curiosidad invencible por cuál sería su oposición. Podría haberlo visto fácilmente antes, pero sólo con su presencia sentí ese ansia contorsionista de saber. Julián Marías le habría sacado a la anécdota su jugo de filosofía de andar por casa. En realidad, sólo son interesantes las personas.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Describir la desazón de quienes buscan un trabajo que les permita vivir, sin lamentar el hecho expresamente, es una forma muy efectiva de crítica social y política. Así lo hacía Cervantes con la expulsión de los moriscos.
Cuando trabajar es un privilegio, las cosas no van bien.
Jilguero

Jesús Beades dijo...

Pues yo no he notado ese esmero en el trato con los clientes. De hecho, el otro día, cuando ponía una reclamación en el libro de ídem de una gasolinera, por el trato chabacano y vejatorio que nos dispensó una dependienta, no pude evitar que se me escapara un "qué lastima, con el paro que hay..." No lo entiendo, pero lo noto por todas partes. O me estoy volviendo cascarrabias.