domingo, 10 de febrero de 2013

Satori


Ayer por la tarde llevamos a los niños a la fiesta de Carnaval de "La carpita", sección infantil de nuestro club. Iban, naturalmente, de Caperucita y el lobo. Aproveche la excusa de mis días negros para escabullirme al Hoyo 19 a tomar un café negro con un libro negro: Desgarradura de E. M. Cioran. Tuve que esquivar con agilidad (tengo experiencia) diversos grupos de conocidos y encontré un rincón oscuro donde entregarme al placer sombrío de la lectura inquietante:

 La ironía procede de un apetito de inocencia frustrado. 
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Son mis defectos de elocución, mis balbuceos, mi manera entrecortada de hablar, mi arte para farfullar, mi voz, mis erres del otro extremo de Europa, lo que me ha impulsado, por reacción, a cuidar un poco lo que escribo y a hacerme más o menos digno de un idioma al que maltrato cada vez que abro la boca. 
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En alguna ocasión he sostenido que sólo podría admirar a un hombre ultrajado y feliz. Acabo de darme cuenta de que Epicteto fue más lejos: agonizante y feliz, decía él. Sin embargo, tal vez sea más fácil alborozarse en la agonía que en la deshonra. 
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Haber estado siempre acosado por males particularmente fieles y no haber convencido a nadie de su realidad. Bien mirado, es justo que así sea: las dotes de charlatán y chistoso no se exhiben en sociedad impunemente. 
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El éxito, los honores y todo lo demás sólo son excusables si quien los conoce siente que acabará mal y los acepta únicamente para, llegado el momento, gozar plenamente de su propia caída. 
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Al bajar la escalera oigo al robusto octogenario del piso de abajo cantar, con voz atronadora, el Miserere nobis. Subo media hora más tarde y vuelvo a oír el mismo "miserere", tan acuciante como antes. La primera vez había sonreído; la segunda, me sobrecogí.
En ésas estaba, disfrutando, dando gracias al Cielo por no tener que participar de las conversaciones que sobreoía, cuando sonó el teléfono. Era Leonor para informarme, alborozada, de que nuestros hijos habían ganado el primer premio del concurso de disfraces. Yo también alborocéme. Pagué el café negro, cerré el libro negro y olvidé mi ánimo negro. Pedía tocar fondo y había tocado la gloria, aunque fuese la carnavalera. Fui casi corriendo, trotando, a "La carpita" y allí estaban mis hijos con una tremenda cesta de chucherías de vivos colores, premio a los desvelos de su madre. Hace meses me aconsejó un buen amigo no subir fotos de los niños, y no sé si habéis notado que seguí el consejo, pero como veo que L. lo hace en su feisbuk, por qué ibais vosotros a ser menos: 



Y hace un rato, por cierto, he visto a la primera golondrina. Ah, y he recordado una última cita de Cioran:

No podemos estar contentos de nosotros mismos más que cuando recordamos esos instantes en los que hemos percibido lo que un adagio japonés llama el ¡ah! de las cosas.

8 comentarios:

Ignacio Trujillo dijo...

Hombre, como nos ibas a dejar con la miel en los labios. Merecían el premio sin reservas. Felicita a Leonor de mi parte.
Lo de Ciorán es buenísimo y lo del artículo con la serie de reveses que nunca vienen solos es la vida misma, menos mal que siempre nos quedará Wodehouse.

María dijo...

La buena noticia es que las pequeñas alegrías que nos dan los hijos tienen más fuerza que el aleteo de la dichosa mariposa en el pacífico. Y con efectos más positivos.
Felicidades para los ganadores y, sobre todo, para la madre.
Y Gracias por las fotos! Todavía no he descubierto qué mal puede haber en las fotos de los niños, que son los que mejor salen siempre.

Anónimo dijo...

Tampoco yo entiendo tanto reparo con lo de las fotos. En cierta ocasión un anónimo hizo un vídeo para el cumpleaños de Carmen con las fotos que "robó" de tu blog. Es el ejemplo de que colgar las fotos de los niños no siempre es desaconsejable. De hecho yo no conozco casos de un uso espúreo de fotos de niños en la red. En fin, no sé, lo mismo sí hay razones que lo desaconsejen.

Felicidades a la madre por la maravilla de los trajes.

E. G-Máiquez dijo...

Aquel vídeo fue un regalo espléndido, sí señor. ¡Vuelvo a las fotos!

Cristina Brackelmanns dijo...

Caperucita está comestible y el lobito bueno es verdaderamente enternecedor.
Aplausos a rabiar para todos, la mamá es una artistaza.
A propósito del artículo preocupante, el otro día me encontré por ahí un verso de Marechal que me gustó mucho: "De todo laberinto se sale por arriba". Tiene su cosa, sobre todo la de que normalmente a ninguno de los que andan perdidos por el laberinto se le ocurre.
La salida por hartazgo, Cioran para los días negros, también es muy buena. Y la golondrina, la mejor.

BV dijo...

Qué lobo, qué fiera.

ACdR dijo...

¡Qué majos! Y gracias por las citas; me pido la segunda y la última (para el blog, si me das tu permiso).

E. G-Máiquez dijo...

Haces bien, querido ACdR en quedarte con las citas que quieras. Yo mismo me hago con la Marechal que nos regala CB. Y sí, Cioran es un tratamiento homeopático (y sospecho que él lo sabía). Y vieniendo de ti, Balaverde, que de fieras sabe lo que no está en lo escritos, el elogio al lobo vale más.