domingo, 6 de septiembre de 2015
O papá o papanatismo
Otra virtud de la tradición me ha venido inesperadamente y por sentido contrario. Como sabéis todos, La colina de las amapolas es una película de Gorô Miyazaki, esto es, del hijo de Hayao. A pesar de mi deslumbramiento agradecido, de pronto me sorprendí con las manos en la masa, pensando que Gorô lo tendría más fácil porque era hijo de papá. Qué vergüenza (para mí) y qué enseñanza (para mí). Una de las grandes ventajas de la tradición es esa, precisamente. Nos libra del papanatismo (o papá o papanatismo) del hombre hecho a sí mismo y del enorme mérito accidental, que puede que sí, claro, pero que qué importa. Luego leo que Gorô trató de resistirse a su vocación de dirección de animación, y me alegro lo indecible que la mitología de la modernidad no pudiese con él. Ha sabido ser fiel a una tradición. O más: creador, porque él es el primero en seguir al primero. Ojalá sus hijos y sus nietos... Y los míos sigan la tradición de espectadores admirados, también, por muchos siglos.
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