viernes, 26 de diciembre de 2008

El tabique indiscreto

Vivir en piso tiene múltiples encantos, que, como todo en la vida, se aprecian mejor cuando uno no vive en piso. Acogido durante las Navidades en el piso de mi suegra, los estoy disfrutando bastante. Asomado a la ventana, viendo el ajetreo diminuto de una calle de Madrid, uno, que es de pueblo, se siente como un pájaro en la rama, suspendido sobre los afanes humanos, mecido —si no por el suave viento, sí por un leve vértigo—, arrebujado en el plumón de la calefacción, a punto de romper a cantar. Luego, por la noche, leo en el salón y oigo, a través del tabique, las noticias de la radio que escuchan sin descanso los vecinos. Las oigo nítidamente, como los llantos del niño de arriba, o los gritos de no sé dónde, y, sin embargo, las noticias, gracias al tabique interpuesto, parece que ocurriesen en un mundo lejano, o no, cercano, pero ajeno. No me turban.

3 comentarios:

Donna Angelicata dijo...

¡Feliz, feliz Navidad, la que hace que nos acordemos de las ilusiones de nuestra infancia, le recuerde al abuelo las alegrías de su juventud, y le transporte al viajero a su chimenea y a su dulce hogar! Charles Dickens.

Sr. García Maiquez, recuerde que según dijo alguien, que debía ser muy sabio, uno tiene su hogar donde tiene sus libros.

Fernando dijo...

Bienvenido.

Adaldrida dijo...

cómo te comprendo. Desde mi piso de Logroño (el de mi abuela, mejor), miro por la ventana, siento la calefacción, oigo a los vecinos... ¡y eso que yo ya vivo en un piso en Sevilla!