miércoles, 7 de abril de 2010

Abraham Pérez Lozano

Los libros de los amigos los leo fatal: corriendo para contestarles, suponiendo que estarán esperando, con el alma en vilo, las primeras respuestas. Quizá no, y sólo sea que yo generalizo mis inseguridades. Pero no lo puedo evitar.

Algo así tuvo que pasarme con Apariencias (Renacimiento, 2005), el libro de relatos de José Cereijo. Apenas recordaba que me gustó mucho. Pero el otro día, cuando estuve con el autor, también dio tiempo a que me citara un cuento suyo de allí, "Cuatro gatos", y nada, como si me hubiese comido la memoria el ídem. Después, M-M se deshizo en elogios del Cereijo narrador. Me decidí por la relectura.

Y ha sido una de las mejores decisiones de mi vida. (No exagero, ocurre simplemente que las mejores decisiones de mi vida han sido muchas.) He visto claro que es uno de los libros más personales del pudoroso Cereijo, y también es tan poético como el que más de los suyos. Por eso no disuena un poema stricto sensu que nos cuela, con una introducción que no hace falta, pues los datos indispensables (la amistad fingida del anónimo escritor de provincia con Borges, que éste se entera póstumamente, etc.) están en el poema. Tal vez Cereijo lo escribió como un monólogo dramático, y luego pensase que iría mejor arropado entre sus cuentos, y doblemente arropado, porque es, cuenta, el relato de un sueño. A mí, ropajes aparte, me ha emocionado mucho y, en la medida de mis posibilidades, lo antologo aquí y lo dejo exento, para que brille como el poema de una pieza que es:
............ABRAHAM PÉREZ LOZANO

Allá, en la lejana provincia, para distraer el tedio,

o simplemente para adornarte ante los ojos de tus amistades con el prestigio de un nombre conocido,

decías a todo el mundo que habíamos sido amigos, en los años perdidos de tu juventud,

y quizá te conmovías tú mismo al imaginar las escenas que luego contabas

de ese lejano tiempo compartido.

Yo, aquí, muchos años después, cuando ya soy el que te sobrevive,

he pensado también, al escuchar el relato de esos años en que no estuvimos juntos,

en la lejana, delicada amistad que tú de esa manera quisiste consagrarme,

y en que de veras me habría gustado compartirla contigo.

Y, como si realmente te hubiera conocido, escribo estas palabra para recordarte y agradecértela,

y te tiendo la mano con la secreta esperanza de que, allá donde estés, puedas ver ese gesto

que confirma todo lo que contabas, y que en realidad fuimos amigos, aunque yo no lo supiera nunca,

hasta hacerme sentir hoy la nostalgia de todos esos años en que, sin yo saberlo, te acordabas de mí.

Esa pura amistad, diferente de todas, es un don que agradezco,

y quiero que estas líneas que escribo en tu memoria digan que si algún día, cuando yo también haya llegado a donde tú estás, podamos encontrarnos,

me alegrará saber de ti, evocar viejos tiempos y darte las gracias porque, durante tantos años,

hayas guardado por los dos esa antigua memoria.

2 comentarios:

E. G-Máiquez dijo...

El poema está en versículos, pero cuando estos vuelven sobre la línea, no sé cómo hacer el sangrado pertinente. Para evitar confusiones, he pensado que la opción menos mala era dar espacio entre versículo y versículo. Perdónenme la torpe disposición tipográfica.

josé cereijo dijo...

Llego, como puedo, al "blog" (mis habilidades informáticas son penosas), para agradecerte la nota, tan generosa como inmerecida -por no perder la costumbre. La verdad es que efectivamente yo soñé todo eso, aunque no sé si era un sueño con todas las de la ley, o más bien un duermevela: soñé el relato, y el poema que lo cierra. No hay más manipulación que la reconstrucción necesaria allí donde ya se me habían borrado los detalles; y aun ésta, tratando de ser lo más fiel posible al original perdido. No sé si parece en algo un sueño, pero lo es. Y, repito: gracias.