domingo, 18 de abril de 2010
Mañana, aniversario
Recuerdo muy bien la elección del Benedicto XVI. Habíamos tenido reunión o claustro o consejo escolar en el IES y me monté en el coche y encendí la radio. Justo entonces estaban dando la noticia. El corazón se me puso a repicar como una campana. Sonó el timbre de mi móvil y era un amigo que había supuesto mi alegría y me llamaba para contarme que se le había ocurrido lo de "Ratzinger Z", que qué me parecía. Me parecía muy bien, cómo no, y si llego a saber la que le esperaba, pues mejor me hubiese parecido. Camino de casa, paré en la de mis padres y mi madre salió a la puerta saltando de alegría. La recuerdo perfectamente, con un chaleco sobre los hombros, a la luz dorada de la tarde, riéndose, mientras el día se iba poniendo golonciélago. Luego vimos la noticia por televisión, de pie, como he visto que ven los forofos del fútbol los momentos más emocionantes. Aquella alegría de entonces es imborrable, todavía me dura, y tenía más motivos de ser aún de los que mi madre y yo, abrazados, imaginábamos.
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29 comentarios:
Qué buen artículo. Yo también recuerdo la alegría de hace cinco años, y la de ahora.
No sólo "los más laicos del planeta", sino algunas voces bien significativas dentro de la iglesia católica, "asumen" que, efectivamente, el que los abusadores sean "consagrados" supone "un plus de gravedad". Lo que a mí me asombra es que alguien pueda poner en duda que los miembros o simpatizantes de una organización que se dedica entre otras cosas a predicar (y no raramente, cuando ha podido, imponer) su moral a todo el mundo, no lo vean así. Todos entendemos que la omisión de socorro es un delito para cualquiera, pero tiene especial gravedad cuando su autor es un sanitario, que por deontología profesional tiene un deber especial al respecto. Si los guardianes eclesiásticos de la moral no tienen deontología profesional, o si ella no les impone ningún "plus" de obligación moral respecto a los laicos, ¿a qué ese privilegio? No sólo, repito, "los más laicos del planeta", sino una buena cantidad de voces dentro de la propia iglesia, no pueden, no podemos, entenderlo.
(Había escrito este texto para el foro de la noticia a que se nos remite; pensándolo mejor, lo pongo aquí, tanto para hacerlo menos público como para que quien lo desee pueda contestar más libremente).
Pero, de veras, no entiendo que quienes se consideran a sí mismos autoridades en lo moral no sientan que faltar a esa moral que predican sea en ellos más grave, como lo es en un sanitario faltar a sus específicas obligaciones. No es lo mismo un lobo, que un lobo con piel de cordero: esa piel añade, en efecto, un plus de gravedad. Y recuérdese que muchos de esos lobos disfrazados han tenido, precisamente por razón de su cargo y de la supuesta autoridad moral que le es aneja, una libertad de acceso a las ovejas, y un dominio sobre ellas, que los lobos normales no tienen. Aprovechar -pervertir- así esa libertad y ese dominio, ¡claro que añade gravedad a sus graves infamias! Lo que no entiendo es que alguien pueda no entenderlo, o siquiera ponerlo en duda.
"Sólo una exigua minoría de sacerdotes han sido pederastas y sólo una exigua minoría de pederastas han sido sacerdotes".
Cierto, muy cierto, pero la gravedad de los hechos no permite excusas de ningún tipo ni tan siquiera si se tratase, que no lo es desgraciadamente, de un único caso.
En cuanto a que son casos ya viejos, habrá que preguntarse muy en serio y profundamente porqué no salieron a relucir antes. Sólo pensar que acciones como la del Cardenal Darío Castrillón que en 2001 felicitaba a un prelado por ocultar abusos, (eso en la justicia terrenal se llama encubrimiento y es un delito), no se trate de un caso aislado, me pone los bellos de punta.
Para echar más leña al fuego, declaraciones como la del Cardenal austriaco Christoph Schoenborn, cargando de culpas a Juan Pablo II, o del Cardenal Tarcisio Bertone, con la relación entre homosexualidad y pederastia, hay que reconocer que no ayudan precisamente.
Y por último, viene Benedicto XVI y pide intransigencia con el pecado, pero indulgencia con las personas.
Ahí ya no puedo.Eso se mire como se mire es un DELITO, y quien lo comete es un DELINCUENTE, quienes lo han callado y tapado son ENCUBRIDORES y los ultrajados son VÍCTIMAS. Cada cosa por su nombre.
Una sola voz, de una sola vez y a poder ser, reconociendo las culpas y pidiendo perdón por todo, el de antes y el de ahora, daño cometido.
Y por supuesto, los pederastas, con o sin sotana, delante de un tribunal de justicia terrenal.
Delante del otro tribunal, no me cabe duda de que se van a sentar.
Nota: No quiero entrar a valorar el abuso de confianza hacia unos padres, que creían, dejaban a sus hijos en manos de educadores que eran sacerdotes y que se valieron del alzacuellos para delinquir. Como padre, sólo de pensarlo, ya me asusta.
Hola, lo de la indulgencia con las personas, como si no tuvieran responsabilidad, no lo he leído. Sí he leído esto, de la carta a la Iglesia de Irlanda:
"Admitid abiertamente vuestra culpa, someteos a las exigencias de la justicia, pero no desesperéis de la misericordia de Dios".
Muchas gracias a todos. Marinero, digo con toda claridad en el artículo que yo veo a la perfección ese plus de gravedad.
Más gravedad no le puedo ver. Sobre "los más laicos del planeta", admitiendo y compartiendo su argumento sobre los que están investidos de autoridad, me sigue pareciendo un reconocimiento a la sacralidad de la Iglesia, que escandalicen más los casos eclesiales que los de profesores o incluso familiares, también investidos de autoridad y con un deber de protección evidente.
Y completamente de acuerdo contigo, Manupé, en que tienen que responder delante de tribunales penales. También lo digo en el artículo. Esa, por otra parte, es la política de la Iglesia. La traeyectoria del Cardenal Ratzinger no deja lugar a dudas. Sobre la petición de perdón, la Carta a la Iglesia de Irlanda, que oportunamente trae aquí Mora Fandos, no tiene desperdicio.
Los "bellos" que se erizan son los vellos ¿no?.
Me alegra que EGM entienda, como yo y como tantos, que esos delitos, cometidos por eclesiásticos, tienen en efecto especial gravedad. Sigo creyendo, no obstante, que la expresión que da a esa creencia suya no es afortunada, y puede hacer pensar en algún tipo de disculpa.
Cito: "Este escándalo mundial es el reconocimiento que el relativismo hace de la sacralidad de la Iglesia. Yo también me escandalizo, por supuesto, pero no deja de sorprenderme que los más laicos del planeta asuman un plus de gravedad en la pederastia que perpetra un consagrado". A mí no me sorprende nada que cualquiera que razone, sea de "los más laicos del planeta" o de los menos laicos, entienda que, en efecto, esa condición agrava el delito -y lo hace incluso penalmente: las agravantes de abuso de confianza, y de autoridad, están recogida como tales en el Código Penal. Así que sigo sin entender esa sorpresa que dice EGM.
Más: el escándalo que supone dicho abuso, más la traición a las funciones de ejemplaridad moral que los eclesiásticos se atribuyen, y no, que yo sepa, "los más laicos del planeta" (sean quienes sean tales personas: yo reconozco que no lo sé; EGM sí debe saberlo, ya que los cita y conoce lo que piensan), NO SIGNIFICA ese "reconocimiento de la sacralidad" que EGM dice. Basta que una persona revestida de autoridad, y específicamente de autoridad moral, y dentro de una institución que la pretende para sí, pervierta y traicione tan vilmente esa condición, para que -sin necesidad de reconocerles "sacralidad" ninguna-, quede perfectamente explicado el escándalo que sus propia actitud, y la de ocultación durante largos años dentro de la iglesia, producen en cualquiera que razone.
Si de veras piensa que nadie puede escandalizarse especialmente ante casos como éstos sin que ese escándalo suponga un reconocimiento de la "sacralidad" (DRAE: "cualidad de sagrado", término a su vez definido como "Digno de veneración por su carácter divino o por estar relacionado con la divinidad"), digo, de la "sacralidad" de la iglesia, se equivoca. Según esa peculiarísima idea, un no creyente no puede escandalizarse especialmente de que personas públicamente revestidas de la autoridad que digo abusen así de ella, porque eso le convertiría automáticamente en creyente (?), o porque, en otro caso, sólo los creyentes tienen derecho a tal escándalo: afirmaciones ambas, según pienso, perfectamente absurdas.
Debo de haber usado, efectivamente, expresiones desafortunadas, tanto en el artículo como en el comentario, porque el diálogo nuestro parece de sordos. Yo sí veo (y la Iglesia no digamos) los gravísimos agravantes de esos casos. En cambio su expresión, querido Marinero, es muy afortunada: "Basta que [sea] una persona revestida de autoridad, y específicamente de autoridad moral, y dentro de una institución que la pretende para sí" para que este delito sea más grave, y recuerda usted, con justicia, los agravantes del Código Penal de abuso de la autoridad y de confianza. Si me lo permite, diré: "Amén".
Pero sigo sin ver como los más laicos del planeta (léase, literalmente, NYT o en versión local, El País y El Mundo, de la mano) siguen viendo esas cosas que usted sí indica sólo en la doble minoría exigua de curas/pederastas y no en la de los profesores (que cumplen con todos los requisitos y agravantes, incluso el de la necesaria ejemplaridad moral, creo), en la de los pastores de otras iglesias y en la de los familiares más cercanos (que ya no digamos con los requisitos). Dando, como da, la casualidad de que en esos grupos los casos de pederastia son más abundantes, por desgracia y sin atacar con ello ni a la Escuela ni a las Iglesias Reformadas ni a la Familia, extraña un poco (y eso es lo que con expresión desafortunada, quise decir) que se haga tan afilado y constante hincapié en los casos que, vergonzosamente, afectan a la Iglesia Católica. Ese es el plus a que me refiero. No es ningún tipo de disculpa, se mire por donde se mire, porque yo, repito, repito, repito, lo comparto, y lo comparto porque para mí (y parece que para los más laicos del planeta) la autoridad moral de la Iglesia y sus miembros también exige un plus de responsabilidad.
Feliz aniversario; gracias por recordarlo en su blog.
Ante el grave pecado, a mí sólo se me queda rezar mucho por el Papa Benedicto, rezar muchísimo por las personas que sufrieron los abusos de esos indignos pastores y rezar por nuestros sacerdotes para que Dios les ayude a ser fieles testigos de Cristo (que es muy difícil).
En lo terrenal,que se enfrenten a los tribunales, sin duda.
Un abrazo
Por si sirve para aclarar la cosa yo, que no les reconozco a los sacerdotes per se -sí a algunos, uno a uno y en razón de sus hechos- autoridad moral alguna, tampoco les aplico ningún plus de indignación cuando cometen asquerosas canalladas.
Tampoco es que me quede mucho margen de plus para aplicar. Como decía el otro día Hitchens, imaginemos que con un conocido sale la conversación de posibles aprietos que hayamos tenido con la ley: ¿el fisco? bah, todo el mundo intenta escurrirse en algo; ¿un accidente con lesiones y alcohol por medio? mala suerte; ¿una riña violenta? vaya usted a saber, a veces hay que defenderse de un matón... Ahora pensemos que el conocido nos dice: verás, yo estaba en un colegio de primaria, y había un niño con un culito...
¿Cuál sería nuestra reacción? ¿Indulgencia? Un huevo. Y eso que no soy padre.
No tengo nada que objetar a que los católicos lleven al extremo su máxima de perdón universal: no me vale para mí, es una de las cosas que me separan de la moral cristiana, pero mientras sea de consumo interno, allá ellos. Ahora bien, no soporto el descarado cinismo con que se manejan a la vez cuatro o cinco barajas. Si perdón, perdón, y si fuegos del infierno, venga con ellos. No trago con que San Francisco de Asís y Savonarola sean parte del mismo mensaje, me parece increíble que esas contradicciones (y no es la única) no revienten, que se pueda por los siglos de los siglos sostener una cosa y su contraria y no pase nada (y por favor, si alguien piensa decir que precisamente eso es el misterio o el milagro, que avisen para que me sujete, vaya a caerme de la silla de una carcajada).
Llevado esto al caso que nos ocupa, diré que si hay indulgencia para los más asquerosos de los pecadores, que la haya con toda la lista: asesinos, ladrones, corruptos, adúlteros, mentirosos, homosexuales, blasfemos y abortistas merecen exactamente la misma franciscana comprensión, digo yo.
Pero no hay indulgencia ninguna con ellos.
Martín Prieto
Me habré enterado mal. En bastantes sitios he leído llamadas a la comprensión con la debilidad de los pecadores, cosa que nunca ha salido a relucir, que yo recuerde, a la hora de condenar a embarazadas que abortan, a veces en circunstancias durísimas (para las que se pide cárcel), o a homosexuales que tienen relaciones monógamas de mutuo consenso entre adultos, sin hacer daño a nadie.
Pero ya digo, será que no me he fijado bien.
Leo el texto de Martín Prieto a que nos remite EGM, y quiero señalar una confusión en la que, me parece, caen tanto él mismo como el propio EGM: no hay, por mi parte y por la de mucha gente que conozco, ningún intento de atacar personalmente al Papa, sino a unas actitudes repugnantes y a una lenidad, cuando no ocultación franca, frente al delito, por parte de no pocos individuos y estructuras eclesiales. Ese encastillamiento en que las críticas a lo mal hecho no son tales, sino críticas a la iglesia católica y al Papa en particular, me parece exactamente comparable a la actitud de los dictadores que, cuando se critican sus atrocidades, tratan de vender, al menos para consumo interno si no puede ser más, que lo criticado no son tales atrocidades, sino el país entero al que tiranizan. Error, craso error. Es -para utilizar una vieja expresión- del delito, no del delincuente (del pecado, no del pecador) de quien abominamos. Y en el pecado y en el delito incluyo, como lo hace el Código Penal, el encubrimiento.
Por otro lado puedo aportar experiencia, si no directa, sí cercana de estas cuestiones. Estudié con los jesuitas desde 1º de EGB a COU. Tendría catorce años cuando, a la vuelta del comedor, nos encontramos un revuelo raro por los pasillos: al parecer, poco antes, el padre de un compañero se había presentado y le había dado una paliza de muerte al Tapón (un hermano, lego o como se llame que nos daba geografía). No eran tiempos en que a los profesores les pegaran por suspender a un hijo. Pronto se supo que había habido tocamientos en el despacho, lo cual, aunque mucho más grave, no venía de nuevas: de repente entendimos su predilección popr los tíos grandes y fuertes, a los que llamaba capitanes y les pegaba unos sobes poco disimulados.
Que yo sepa el Tapón no fue a la policía, sino que lo trasladaron al colegio de Sevilla, Portaceli, donde no sé si siguió en contacto con niños.
No te has fijado bien, Ignacio, lo siento. Yo he hablado siempre de aplicarle a las madres que abortan los atenuantes que se merezcan y a los curas pedófilos todos los agravantes que concurran. Reconozco públicamente que me he pasado: tendría que no haber dejado llevar por mis prejuicios y reclamar para ambos y para todos un juicio penal justo en todos sus extremos.
Y han de juzgarse también a los encubridores también, Marinero, y a los cómplices y a los que no prestan el auxilio debido, por supuesto.
Y en el caso concreto del Tapón, ¿por qué no lo denunció ante la justicia el padre que le pegó la paliza? ¿Y los otros padres de los capitanes? ¿Y nadie avisó a los padres del colegio de Sevilla?
Otra cosa, Marinero. Nada más que el hecho de que estéis empeñados en hacerme defensor o "relativizador" del asqueroso delito ese ("repugnante" le llamo en mi artículo a pesar de mi proverbial bonhomía)por la única razón de felicitar al Papa por su aniversario, demuestra hasta qué punto para muchos va en un pack.
Siempre he pensado que los blogs funcionan mal como foro de discusión (ay, cómo añoro mis foros).
En otro formato más ágil y ordenado yo habría aclarado ya, sin llegar a fastidiar inmerecidamente al anfitrión, lo que me apresuro aquí a dejar zanjado cuando ya la molestia se ha dado.
Que en ningún momento me refería yo a tus tomas de posición, Enrique, sino en general a las que veo por ahí que emanan de la Iglesia en boca de sus representantes.
Y en cuanto al caso particular que relato, no tengo más información que la que he dado. Lo de los capitanes era un sobe de los que podríamos llamar inocente, de los que relata MP en el artículo enlazado sólo reconocido como tal a posteriori. Pero vaya, lo de que alguien diferente a los propios jesuitas tuviera que advertir a los padres de Sevilla es chusco como defensa: con no llevarlo allí sobrarían las advertencias.
Bueno, a todo esto, recuerdo que, cuando se eligió el Papa, mi hijo de cinco anios vino corriendo hasta la cocina y anunció: "El Papa se llama Habemus!".
No es una defensa sino un ataque, y no lo veo tan chusco. Si los directivos de tu colegio hubiesen seguido las normas de la Iglesia no lo hubiesen trasladado sin más al Tapón, pero una vez que no las siguieron, y pensando en el deber de auxilio y en los posibles capitanes del Portaceli...
Sólo una precisión: Dios me libre de "hacer" a EGM defensor o relativizador de las lamentables conductas de que se habla. Yo señalo lo que me parecen incoherencias o errores en su postura, pero desde luego no le creo defensor de los delitos, sino, si acaso, un poco inclinado de más -en coherencia con sus ideas- hacia ciertas personas o instituciones.
Si estos escándalos que están apareciendo en tantas partes del mundo -y su ocultación, en algunos casos durante muchos años- afectaran, no a la Iglesia sino, un suponer, a los partidos socialistas de todos esos países -allá donde existan- o de otros, España incluida, como lo está en éstos, ¿cree de veras EGM que su actitud sería la misma? Permítame que lo dude muy seriamente, y que, si tengo razón al dudarlo, le recuerde que la justicia debe ser igual para todos (y, en todo caso, aplicada con especial severidad allí donde al delito se una el abuso de confianza o de poder, o la perversión de las obligaciones, jurídicas o morales, que se suponen anejas al cargo).
La impresión que tenemos algunos "laicos" de los que EGM dice es la de que la Iglesia y algunos de sus fieles tienen dos varas de medir, una para lo de dentro y otra para lo de fuera. Y eso, si no es en sí mismo aceptable, para nadie debiera serlo menos que para quien hace profesión de defender y predicar, entre otras cosas, la justicia, y llama precisamente "justo" al hombre al que tiene por modélico.
Repito: para mí es más grave dentro de la Iglesia.
Dos precisiones para que no me queden pesando sobre la conciencia:
1) Me parece más grave por razones estrictamente místicas (pero bien reales). De tejas para abajo me pasa lo que dice Ignacio: "Tampoco es que me quede mucho margen de plus para aplicar". Lo que incluye, dicho sea de paso, a estimables poetas, que no quiero que también se me acuse de que la afición lírica me ciega.
2) He dado por buenas las acusaciones (gravísimas) contra Tapón y contra sus superiores, por razón del argumento y fiándome del juicio de mi buen amigo, pero conste que les reconozco la presunción de inocencia, como a todo hijo de vecino, y que, más allá del calor de la tertulia, no doy por sentado nada sin una investigación seria.
Es verdad que, lo que se dice a ciencia cierta, sólo sé de la paliza. Las causas y el posterior traslado son rumorología, de la especie que podríamos llamar universalmente aceptada, indesmentida e invariable desde el primer día hasta hoy (cuando sale el tema). O sea, que podría, en teoría, tratarse de tremendo malentendido e injusticia tremenda. Pero no lo creo.
Lo que venía yo a añadir no era esto, sino que, pensándolo durante la comida, doy en pensar que en Sevilla no pondrían a este hombre otra vez a dar clases y llevar de excursión a los scouts, sino a alguna retirada labor de intendencia. Que la Compañía de Jesús será hipócrita, retorcida y moralmente acomodaticia, pero insensata no lo es.
Declaraciones del Cardenal Rouco Varela, hoy mismo:
Los sacerdotes y religiosos que han abusado de menores deben "responder ante Dios y ante la Justicia" por haber "traicionando la confianza depositada en ellos por la Iglesia y por la sociedad".
Ha asegurado que los obispos se andarán con pies de plomo a partir de ahora. "Pondremos más cuidado, los medios adecuados, para prevenir y corregir" casos de pederastia, "para que nadie pueda pensar que la comisión de tales crímenes puede ser compatible con el sacerdocio.
Y por último dice:
Ya es demasiado que se haya abusado de un solo niño. No puede ser. No puede ser la omisión de las actuaciones disciplinarias debidas o de la atención que merecen quienes han sufrido tales desmanes".
Sólo algo que añadir:
Tarde, llega tarde el Cardenal.
Nota: vello por bello, como no podía ser de otra forma. Sería la cercanía, no lo se.
Qué pena de debate en un día tan alegre! Qué invitados tan desconsiderados con su anfitrión!
Enrique, yo he entendido perfectamente que tú consideras más grave que ese asqueroso delito lo cometan los consagrados a Dios. La insistencia de tus invitados parece a drede para provocar este debate inútil que ahogue la fiesta que hoy celebramos y los entrañables recuerdos de ese día. Yo no lo podré olvidar e imagino que menos aún lo podrás olvidar tú que los llevas unidos a tu querida madre.
Pero BXVI es un elegido, un predilecto que lleva a pulso su báculo y su cruz.
Gracias por tu post y por tu artículo.
Pido perdón a "María" por la "desconsideración con nuestro anfitrión" que atribuye a quienes no estamos de acuerdo y lo decimos. No sé si entiende que podríamos haber hablado del tema cualquier otro día -recuerdo que no hemos empezado nosotros-, o que mejor no hablar nunca. Esta última posibilidad parece haber sido por la que optaron durante años algunos miembros de la Iglesia; se llama "encubrimiento", y es un delito muy feo. "María" me perdonará, sin duda, por no imitarlos.
Hombre, Marinero, no se ponga así ni ponga comillas a María, que no se la ponemos a lo suyo y es un seudónimo. Acusar de encubrimiento es demasiado, cuando lo único que ha hecho ella es entender muy bien que este tema es especialmente doloroso y, sobre todo, compartir mi felicidad por el aniversario de B16. Dicho lo cual, tampoco creo que usted ni nadie tengan el mínimo ánimo de ofender, sino el de esclarecer la verdad y la justicia dentro de nuestras posibilidades. Y eso siempre se agradece.
No acuso de encubrimiento a María, Dios me libre; sólo dije, y lo repito, que al quejarse de que saquemos aquí el tema, una de dos: o le parece inapropiado por la fecha -y no fuimos los críticos los primeros en sacarlo-, o le parece inapropiado siempre; y eso, en un tema de esta gravedad, puede sonar a recomendación de una "discreción" fácil de confundir con el encubrimiento.
Yo creo que María piensa honradamente lo que dice; le reprocho que no reconozca igual honradez -y oportunidad- a quienes piensan de otro modo.
Y puse las comillas (que, como EGM puede ver, ya he quitado) porque, si él sabe que María realmente se llama así, yo no lo sabía hasta ahora. Puede EGM, si lo desea, poner "marinero" entre comillas, que de verdad no me molesta: no soy tan susceptible.
El problema en todo esto es que, como ya dije antes, algunos de los que apoyan y defienden a la Iglesia y al Papa toman la opinión de quienes encuentran reprochables ciertas conductas no como un disentimiento razonable y legítimo, sino como un ataque injustificado y malévolo. Todo lo que yo puedo hacer es repetir que se equivocan.
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