martes, 4 de noviembre de 2014

Conocido


Amigos, conocidos y saludados, según la taxonomía de Josep Pla. Yo era muy bueno con los saludados (antes de la miopía) y hago aún muy buen papel como conocido. Los amigos, sin embargo, siempre me dan más de lo que doy. Es un tema sobre el que pospongo un serio examen de conciencia. 

Pero vine a otra cosa. Una conocida me cuenta los problemas de salud (graves) de su marido y yo (véase supra) la escucho atenta, empática, cariñosamente. Detecto, además, un timbre de emoción y más, de amor, que me hace recordar lo mucho que me intrigó hace dos o tres años (la última vez que hablé con ella con calma) la frialdad y hasta la esquivez con que lo mentaba (o lo callaba) en la conversación. Por puro miedo, soy muy reacio a admitir el papel humanizante y purificador del sufrimiento, pero hay veces que no me queda más remedio.

"Cuánto me alegro de haberte visto", me despido, y no exagero, como pensará ella, pues, al fin y al cabo, sólo soy un conocido. No exagero nada: me quedo corto. 


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