lunes, 20 de abril de 2015

Robar a un mendigo


Como los niños no paraban, me salí al atrio de la iglesia a oír misa con el rabillo de un ojo mientras que con el otro rabillo los miraba jugar. Eso me plantó delante del cartel del mendigo. No pude resistirme a fotografiarlo, aunque con mala conciencia. No le pedí permiso, porque qué explicaciones podría darle. Aproveché su devoción (entraba a menudo a rezar) y, click, como un furtivo, esta foto. 



Lo de menos son las faltas de ortografía. Me llamó la atención esa intrusión del discurso laico y constitucional (art. 14) en su cartel. Podría haber dicho, con más fuerza petitoria y más verdad de fondo y mejor contextualizado: "Todos somos hermanos". Se ve, en ese pequeño detalle, hasta qué punto van calando en la sociedad los discursos, y cómo acaba todo mezclado y confundido. A la salida, mis hijos le dejaron lo que él pensaría una limosna generosa; y era un precio ajustado por la foto; y también una penitencia autoimpuesta por el robo. 


1 comentario:

Isaurus dijo...

Lo de que "todos somos iguales", sí que ha calado, sí, a base de repetirlo de forma casi goebbelsiana, sin matices. Y, bien mirado, no resiste el mínimo análisis. Lo de que todos somos hermanos resulta muy chocante hoy, pero en el fondo, es infinitamente más cierto para un cristiano, o para cualquiera que trate de ver a su prójimo como a un ser humano.