martes, 12 de mayo de 2015

La demostración implícita


Democracia y nihilismo de J. Miguel Serrano Ruiz-Calderón. Muy interesante ensayo (o ensayos reunidos) sobre Nicolás Gómez Dávila. El libro trae una demostración implícita: demuestra a las claras la superioridad de Gómez Dávila, porque sus escolios destacan no sólo sobre las muy solventes glosas e interpretaciones de Serrano, sino también sobre las de aquellos que trae a colación e, incluso, sobre el centón de citas (una antología implícita, por cierto) de autores reaccionarios. Aunque mi ficha era de este libro, el Barbero no pudo dejar de recoger estos escolios:

Stabilitas loci—como la regla benedictina lo ordena. El errante yerra. 
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El derecho se convierte fácilmente en simple arma política allí donde no es consuetudinario. 
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Camino entre tinieblas. Pero me guía el olor de la retama. 
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Al reaccionario nunca lo juzgan por lo que dice, sino por lo que suponen que dijo.
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¿Quién no teme que el más trivial de sus momentos presentes parezca un paraíso perdido en los años venideros? 
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Los que carecemos de talento traducimos meramente textos anónimos y públicos en el idioma de nuestras preocupaciones personales. [lo cita Serrano hablando de su falta de ambición de originalidad] 
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Quien acepte el léxico del enemigo se rinde sin saberlo. Antes de hacerse explícitos en las proposiciones, los juicios están implícitos en los vocablos.
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Todo pedagogo es furtivamente analfabeto. 
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La cultura no llenará jamás el ocio del trabajador, porque es el trabajo del ocioso. 
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Quienes defienden lo existente luchan por algo concreto: un privilegio, una estructura social, un bien encarnado; en contra, quien batalla por un programa abstracto puede creer que defiende lo universal. El izquierdista se cree generoso porque sus metas son borrosas. 
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Un técnico es un peón que por azada tiene una fórmula. 
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Todo fin diferente de Dios nos deshonra. 
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La democracia no es atea porque haya comprobado la irrealidad de Dios, sino porque necesita rigurosamente que Dios no exista. 
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De todos los modernos sucedáneos de la religión probablemente el menos abyecto es el vicio. 
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No hay que desesperar del ateo mientras no adore al hombre. 
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De progreso se podrá hablar si logra hacer al hombre menos feo, menos bruto, menos caco. 
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La palabra “humanidad” en boca del católico es signo de apostasía, en boca del incrédulo presagio de matanzas. 
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Cierto modo de hablar de la “moral evangélica” delata inmediatamente al ateo. 
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Siempre se trata de un suicidio cuando algo auténtico muere. 
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La ironía transforma en benevolencia el odio impotente. 
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La única cosa de la que nunca he dudado: la existencia de Dios. 



2 comentarios:

Tamarón dijo...

Querido Enrique, tu antología de Nicolás Gómez Dávila es muy acertada y se sale de los campos más trillados de sus escolios. No recordaba el primero:

"Stabilitas loci-como la regla benedictina lo ordena. El errante yerra".

Es interesante comprobar la simpatía que muestra por los benedictinos, que contrasta con la aversión que manifiesta hacia los jesuitas, tan fuerte como su ojeriza contra la Iglesia post-conciliar. Hasta hace dos semanas hubiera dicho que ambas pasiones se debían a que había sido educado por los benedictinos, tal como se afirma en todos los libros sobre Don Nicolás. La realidad es la contraria. En una tertulia pública sobre el pensador bogotano me interrumpió con razón y en voz muy queda una sobrina de Gómez Dávila: "no, a él no lo educaron los benedictinos sino los jesuitas". Estupor general en la sala. Ya estamos todos buscando el expediente escolar de Don Nicolás. Creo que la sobrina del pensador habló del Lycée Louis-le-Grand, no del Saint-Louis de Gonzague, «Franklin». Pero ocurre que el segundo es todavía jesuita mientras que el primero dejó de serlo hace siglos. En todo caso, Gómez Dávila salió de su educación secundaria tan hostil a los jesuitas como Pérez de Ayala u Ortega y Gasset, aunque disparaba desde la derecha y no desde la izquierda. O mejor dicho, como reaccionario.

Si alguien sabe algo de este asunto, a muchos nos interesaría recibir la información.

Gracias y un abrazo de Santiago

Anónimo dijo...

Pues este me parece lapidario, y propio de san Pio X
Quien acepte el léxico del enemigo se rinde sin saberlo. Antes de hacerse explícitos en las proposiciones, los juicios están implícitos en los vocablos.