domingo, 17 de abril de 2016
¡Somos españoles!
Anoche fuimos a cenar con los niños a un japonés. Se estrenaban. Carmen, tan novelera, lo probó todo, algas incluidas, y, más o menos, cenó. Quique era más escéptico, lo que demuestra un firme criterio propio, porque su madre y yo somos entusiastas. Al oído, en la entrada, me confesó que el olor no le apetecía nada.
Luego lo probó todo y no dijo "no me gusta", pero no comió ni un grano de arroz. Lo único que le divertía eran los palillos. Y veía con decepción creciente lo que llegaba a la mesa. Concibió esperanzas cuando oyó la palabra "salmón", pues al horno es uno de sus platos favoritos, pero cuando lo probó no pudo ocultar su fastidio, aunque callaba. Al fin, cuando el atento camarero estaba recitándonos la carta de postres, no pudo más y comenzó a gritarle: "¡Somos españoles! ¡Somos españoles!" A Leonor no le hizo especial gracia, pero yo no podía aguantarme la risa.
A la salida estaba muy contento y yo pensé que era por el aire fresco, sin olor a soja. Pero me confesó que había distraído, "sin que nadie se diese cuenta", sus palillos. Se ve que la criatura nos ha salido española hasta lo carpetovetónico.
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2 comentarios:
Me has recordado cuando con unos díez años, hace unos cuarenta, fui con mi familia a un restaurante indonesio de Fuengirola. Todo eran verduritas muy troceadas hechas ante nosotros a la plancha, pues la mesa iba incorporada a la misma. Yo estaba fascinado por la novedad. Nos quedamos con hambre. No me llevé los palillos. Me encantan las cosas de tus hijos.
Jajajajajajaja.
Muy bueno lo de Quique. Ahora bien, lo tuyo no tanto. A mí me llevan de pequeño (y de mayor) a un japonés (a un oriental en general) y me borro de la familia.
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