lunes, 9 de enero de 2017

Rimar a Quique


"¡Eres un león!", me ha gritado mi hijo, riéndose. "‘León’ porque te pasas el día leyendo", me ha precisado enseguida la etimología. Pero yo he rugido igual de satisfacción y orgullo.
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Nos encontramos, yendo a Misa, con dos niños que estaban en clase de Carmen, y ahora están en el colegio de los chicos, al que irá Quique el curso que viene. "¿Qué tal?", les pregunto. "Muy bien. No es un colegio blando como el de las niñas. Es duro. Te hacen muy fuerte...", explican entusiasmados. Quique les replica: "Yo soy como soy"; y a mí, que no me gusta mucho la ética de la mismidad, me encanta su salida, sin embargo. También me escama bastante la ética de la dureza por la dureza.
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En el muro de la iglesia, una gran cruz. Quique la señala: "¿Por qué esa cruz de hierro?" "La cruz es el signo de los cristianos, Quique, nuestra señal, por eso la llevamos sobre el pecho. Los musulmanes tienen la media luna". Pone cara de honda preocupación: "Pero ¿la media luna llena?". "No. Sólo la media luna media". "Ah", suspira aliviado.
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Quique usa el verbo "rimar" como un sinónimo de "recordar". Dice: "Esa casa me rima cuando yo era pequeño y vinimos un día...". 

Yo no le corrijo. Para un poeta desinspirado es un precioso consuelo: así, siempre podré rimar las cosas de Quique, que lo merecen.



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