domingo, 22 de julio de 2018

Mariología y hamaca


En la hamaca de la piscina me di cuenta de que mi tarde se me estaba complicando mucho. No podía sacar a los niños del agua a la carrera y Leonor estaba haciendo gestiones. Me resigné a quedarme tumbado en la hamaca, leyendo, mirando de reojo las risas de los niños, y a no ir a una actividad religiosa que tenía convocada. Como estoy leyendo un librito extraordinario de un escritor protestante, me dije: "Cambio la meditación por esta lectura y quizá me aproveche bastante más".

Pero la Providencia no iba a dejarme tan pancho en mi hamaca. El libro, ya digo, había sido extraordinario hasta ese momento, pero justo cuando lo utilizaba de coartada moral, va el autor y se pone a hablar regular de la Virgen María, con lo que yo la quiero, y del culto excesivo de los católicos. Ay.

Me lo tenía merecido.

Quedé bastante mohíno. Tanto, que por la noche, la misma Providencia tuvo a bien regalarme una copla de Mario Quintana que, aunque quizá sólo sea un requiebro a una sobrina llamada María, podría leerse perfectamente como un canto eucarístico y mariano. Así lo leo y lo rezo y lo agradezco yo:

Tres cosas hay en el mundo 
cuyo gusto nunca hastía. 
El sabor del pan, del vino 
y del nombre de María.

 

viernes, 20 de julio de 2018

Conducción


Un mérito al menos no podréis negar a mi estilo de conducción: es perfectamente feminista y reivindicativo. Justo cuando los conductores a mi lado o detrás va a empezar a decir "¡mujer tenía que ser!", ven a un tipo absolutamente masculino al volante. He hecho más por luchar contra los tópicos machistas que muchos y muchas profesionales y profesionales del ramo.


jueves, 19 de julio de 2018

De cómo cambié mi ex libris


Mi ex libris favorito es el de mi mujer, Leonor Blázquez:
Yo me diseñé uno que he venido utilizando hasta ahora:
El problema es que casi nadie veía la'E', la 'G' ni la 'M' ni el guión, y nadie el molino quijotesco, sino apenas una casa extraña con un sol muy raro. Yo resistía, pero al escribir este artículo quedé sobrecogido por la belleza del sello del Instituto Pearson:



En el texto explico todo lo que el sello quiere decirnos. Y  viceversa: el sello explica todo lo que el artículo quisiera decir. Por ese motivo, y porque también Casiopea muestra dónde se halla la polar y dibuja, además, una M de Máiquez, he cambiado de ex libris


Las estrellas, encima,representan los asteriscos con los que subrayo mis libros al margen. Desde que tengo este nuevo sello, he dejado de pintarrajear: todos mis subrayados son líneas imaginarias, proyecciones de las estrellas. Queda  más limpio y mucho más orientado.

El lema también se explica, pero aquí

Parece que he renunciado a don Quijote, pero ni hablar, nunca, aunque su sombra resulte ahora muy sutil. Existe una versión extendida del sello de Pearson que lo reivindica:


Ojalá pueda hacerme pronto una versión extendida propia sobre ésta.

lunes, 16 de julio de 2018

Reverencia


Reconozco, para mi vergüenza pública, que tuve que leer tres veces este chiste de Nieto hasta pillarlo. Pero una vez pillado, qué sublime:



Es una maravillosa, irónica y agridulce refutación de todas las poéticas comprometidas, necesarias e instrumentales, y, de paso, de las actitudes pedantescas y profesionales. Hecha desde la belleza, la humildad y los grandes maestros.

Mi reverencia al guarda o conserje de guardia.


domingo, 15 de julio de 2018

Dulzura


Como vamos con prisa, Leonor me encarga que peine a Carmen. Se pone en mis manos. Al ratito, suspira: "Menos mal que no sabes peinar a las chicas. Porque peinar bien a una chica duele muchísimo".

Y yo reconozco un antiguo sentimiento muy mío: la dulzura de hacer las cosas mal.


sábado, 14 de julio de 2018

Oh, O'Gorman



Un buen amigo, Paco Soler, me manda esta maravilla. 
Mervyn O'Gorman fue un ingeniero eléctrico y aeronáutico británico, en los tiempos en los que comenzaban a construirse los primeros aviones. Nació en 1871 y murió en 1958, y Santa Wikipedia se acuerda aún de él, aunque sólo en la versión inglesa: https://en.wikipedia.org/wiki/Mervyn_O%27Gorman

Muy curioso, y muy amigo de la innovaciones técnicas, a primeros de la década de 1910 se interesó por las primeras noticias que llegaban sobre exploraciones de fotografía en color. Y dedicó algunos de sus ratos de ocio a ejercitarse en esas técnicas que entonces casi nadie conocía.

Y así, allá por el verano de 1913, dedicó un buen día a acompañar a la familia de su amigo, el filósofo Edwyn Robert Bevan ( https://en.wikipedia.org/wiki/Edwyn_Bevan ), y a fotografiarla, prestando especial atención a una de sus hijas, llamada Christina.

Y el resultado de aquel día de verano fue este:
[Algunos no podéis ver las fotos en el blogg, ay la tecnología: en este enlace están.]












Después de esto, el buen ingeniero O'Gorman siguió con sus trabajos y sus técnicas. Dice además Santa Wikipedia, que «Sir Geoffrey de Havilland lo describe como "un hombre de gran encanto y humor, siempre interesante en la conversación"».

Más aún, en 1933 publicó incluso un libro de poemas, titulado "Verses Gloomy and Gay" del que tengo en mi biblioteca un ejemplar de la primera edición (supongo que no habría más) dedicado por el propio O'Gorman...

... pero de todas sus actividades, sus inquietudes, su proyectos y cálculos, sus ideas y humor, su carácter y su vida, lo único que ha quedado para el recuerdo, y la razón por la que se sigue hablando de él, y aparece en Santa Wikipedia, son esas fotografías que tomara un buen día de verano, en 1913, acompañando a la familia de su amigo filósofo...

Un sólo día en su vida. Un par de horas. Un par de miradas suyas en esas fotos... ¿no resulta todo esto bastante misterioso...?

Mervyn O'Gorman, el ingeniero de las maravillosas fotografías de aquel verano 1913, para copiar uno de los poemitas de su colección "Verses gloomy & gay", que editara en 1933 en Chelsea.

Es un librito muy breve. Once poemillas, no más... menos de veinte páginas... aunque eso sí: impresas con buen gusto en un papel grueso y muy agradable al tacto, que ha resistido 85 años sin perder su dignidad.

La mayor parte de los poemillas son divertimentos graciosos, en versos de muy pocas sílabas. De ritmo ágil. Uno puede entender a qué se refería Sir Geoffrey de Havilland cuando describió a O'Gorman como «un hombre de gran encanto y humor, siempre interesante en la conversación». 

Pero hay un momento en esas páginas en el que O'Gorman se pone serio, y escribe esto:

Stones and crystals

Buried in dark abyss, covered in slime,
Reckless of seasons, heedless of time,
       The stones know God!
Infused by Him the germ of crystals rare,
Hidden within their rugged shapes, they bear
And patiently, withouth reproach or tears.
Perfect their fruit of symmetry... and years.

Far flung by shell, hurled from their rest,
Spluttered with blood accurst or blessed
      The stones know God.
No grief they feel, no fear, no love or hate
They work His will thy serve Him as they wait
Their purpose hidden, sleep would seem their doom
They live as dead, their symbol is the tomb.

Smashed by the seas, or worn by streams,
They raise no plaint, God moulds their dreams,
      The stones know God.
Carved for His Church or hewn to form a dome
Trodden by all, and crushed into the road
They bear man's burden, and they build his home,
Silent and helpful, they endure the load;
      The stones know God!

Que supongo que puede traducirse más o menos así:

Piedras y cristales

Enterradas en abismos oscuros, cubiertas de limo,
sin preocuparse de las estaciones, descuidadas del tiempo,
      ¡Las piedras conocen a Dios!
Infundido por Él, contienen el germen de los raros cristales,
Oculto dentro de sus formas rugosas
Y pacientemente, sin reproche ni lágrimas
Perfeccionan su fruto de simetría ... y de años.

Lanzadas lejos como proyectiles, arrancadas de su descanso
salpicadas de sangre maldita o bendita
     Las piedras conocen a Dios.
No sienten pena, ni miedo, ni amor ni odio
Ellas hacen Su voluntad y le sirven a Él esperando
Su propósito oculto. El sueño parecería su destino
Pues viven como muertos, y su símbolo es la tumba.

Aplastadas por los mares, o desgastadas por las corrientes,
No levantan quejas. Dios moldea sus sueños.
     Las piedras conocen a Dios.
Talladas para Su Iglesia o labradas para formar una cúpula
Caminadas por todos, y pisadas en el camino
Ellas soportan el peso del hombre, y edifican su hogar,
Silenciosas y serviciales, sobrellevan la carga;
     ¡Las piedras conocen a Dios!

Claro está que estos versos no van a cambiar la historia de la poesía inglesa. Pero nos muestran que el respetado ingeniero aeronaútico O'Gorman, además de un técnico aficionado a manejar los nuevos descubrimientos, un agradable conversador, y un fotógrafo genial, que tuvo el privilegio de un día de verano arrebatador, poseía también una dimensión religiosa...

viernes, 13 de julio de 2018

Castigo


Carmen se enfada mucho conmigo porque no le compro un slime. Recuerda que Enrique se enfadó conmigo hace unos días y estuvo media hora sin hablarme. Me dice, enfurruñada: "Yo no voy a dejar de hablarte, porque soy muy charlatana, pero estoy tan enfadada que voy a preferir a mamá". 

Pongo cara de póker, no vaya a echarse atrás. Me encanta oírla.


sábado, 7 de julio de 2018

Escaneo




Iba a escoger algunos de los aforismos que Felipe Benítez Reyes publica en "Pliegos sueltos de la Academia", pero no fui capaz. Menos mal que siempre nos quedará el escaneo:




Y, por otra parte, ahora que el barbero se ha mudado (oficio obliga) a Nueva Revista, tampoco está mal que el pobre blogg, mi retaguardia, se reserve para selecciones íntegras.



viernes, 6 de julio de 2018

Epitafio universal


Un mirlo se ha dado de cabeza con el cristal del porche. Los niños lo han recogido del jardín y han tardado muy poco en perder la esperanza de que se restableciese. Hemos tenido que encerrar a Aspa que estaba menos bucólica y más Diana cazadora y, ya tranquilos, ellos han procedido a enterrar al pájaro con solemnidad. Carmen le ha escrito un epitafio, crecida por el éxito de su última composición. Igual que a Andrés Trapiello todo le empieza a servir para himno, a nosotros en casa cualquier ocasión nos vale ya para un epitafio. Esta vez, sin embargo, no le ha salido, aunque el verso: "Te recogí del suelo, y te di un nombre" estremece.

Enrique, decepcionado de los versos de su hermana (el nombre es "Plumitas"), ha venido a pedirme un epitafio como el de Pukka. Le digo: "No puede ser, porque Pukka estuvo dieciocho años con nosotros y al mirlo lo acabo de conocer y no me inspiro". Me ha replicado: "Pero tú eres amigo de Dios y Dios amaba al mirlo".

No he tenido que decirle nada. Me ha visto tan impresionado, que también se ha crecido, y ha añadido: "Tú eres hijo de Dios y Dios creó el mirlo, de modo que el mirlo es tu hermano, y puedes y debes escribirle una lámina ['Lámina' por 'lápida' y ésta por 'epitafio']. Creo que hay más poesía en la primera argumentación y más escolática en la segunda, pero ninguna está mal para un niño de siete años.

Y ambas sirven de  epitafio para el mirlo, para nuestro (ahora sí) mirlo.


jueves, 5 de julio de 2018

Salitre


Soplaba un poniente largo y hacía un frío delicioso para leer en el playa. A los niños no les importaba y se bañaban, felices y revolcados por las olas. Yo lamenté no haberme llevado las gafas de sol, pero enseguida el salitre empezó a oscurecerme, solícito, las gafas. Leonor tuvo que levantarse para recoger a los niños, a los que la reseca se llevaba bastante a la izquierda. Seguí leyendo, urgido por el progresivo oscurecimiento de mis gafas. Cuando levanté la vista, Leonor venía con los niños por la orilla y tenía un tipo estupendo, de anuncio. Me deslumbró a contraluz. Y me entretuve pensando en los detallados piropos que le diría cuando se sentase de nuevo a mi lado. Pero al llegar a mi altura, era otra la chica. Ah. Y, de cerca, menos guapa que Leonor. Pero ese piropo ya no se lo diría, para no complicar las cosas. Seguí leyendo.




martes, 3 de julio de 2018

Mal rollo


Estaba agotado porque la noche había sido movidita de arriba a abajo, pero al cruzarme de buena mañana a Enrique, despeinado y serio, me tuve que reír. Por lo que me dijo: "¡Qué mal rollo tiene el Ratoncito Pérez". Después de muchos días esperando que se le cayese el diente, le había traído una red para pescar camarones y, por algún motivo, no le había gustado nada.

Me recordó a su madre. Cuando leí Señora de rojo sobre fondo gris de Miguel Delibes me fastidió muchísimo aquella mujer a la que todos los regalos la decepcionan. Luego me casé con Leonor y todos los regalos la decepcionan y aprendí, sin embargo, a amar ese característica. Supongo que es un fondo de ingenuidad muy puro: no se conforman con sucedáneos, quisieran el Regalo.

Quique lo ha heredado y ahora la había tomado con el Ratoncito Pérez. Me pareció una decepción muy sana, muy educativa. Le dije que a un Ratón tampoco se le puede exigir demasiado, como comprenderá.


sábado, 30 de junio de 2018

Mamita



Casa tomada por mi familia (política). Han venido todos a celebrar santa Leonor, que es mañana. Bien, claro. Pero, de pronto, Leonor baja y, para buscar a su madre, grita: "¡Mamita!" y hay tanta ternura ahí que yo daría por buena la visita, si necesitara justificarla, que, por supuesto, que no.

Con todo, ¡qué descarga de emoción en vena me habría perdido si no hubiesen venido!


viernes, 29 de junio de 2018

Dios reparte a voleo


Cuatro versos de Aquilino Duque salvan mi artículo de hoy. No es extraño, porque son salvíficos:

Luego he tratado de que lo que quería, 
para todo el país, para toda la tierra 
fuese al menos posible en unos pocos 
metros a la redonda. 

Los he releído en su antología La palabra secreta (Renacimiento, 2018), que incluye este inédito luminoso:

PEPE LUIS VÁZQUEZ IN MEMORIAM 
......................................................Jeder Engel ist schrecklich 
.....................................................................................R. M. R.

"Ya sólo veo por dentro", le decía a un amigo, 
en la penumbra azul de los últimos años 
de una vida de luces. 
Las del traje tenían que acabarse. 
Las de la inteligencia ardieron siempre. 
Y él fue reloj de sol que tan solo contaba 
las horas luminosas, y eso era 
lo que veía por dentro cuando ya no veía; 
pero nunca olvidó que un ángel puede a veces 
de un aletazo ensobrecerlo todo. 
De ángeles sabía más que nadie, 
tanto como el que más, y así se andaba 
con aquel que decía que todo ángel da miedo, 
que aterra, y más si monta guardia 
en la puerta del patio de cuadrillas. 
 
Dios reparte a voleo 
las luces entre los mortales. 
 
Las que a él le tocaron fueron maravillosas. 
Los que las vimos las seguimos viendo 
igual que él, por dentro, con los ojos cerrados.

miércoles, 27 de junio de 2018

Una lectura girardiana de En lugar seguro


[Hace años publiqué esta lectura de En lugar seguro en la revista digital Ambos Mundos, que está en la tercera dimensión, pues se cayó de internet. La recupero.]


Una lectura girardiana de En lugar seguro

La novela de En lugar seguro (1987) de Wallace Stegner (1909-1993), publicada en España por Libros del Asteroide (2008, trad. de Ricardo Martínez Salmón), es un long-seller de la literatura norteamericana. Sin demasiado ruido se va convirtiendo en una novela de culto también entre nosotros: se ha publicado este año una quinta edición. No es extraño, porque es una novela de apariencia apacible, pero de oculto sentido, cuyos misterios resultan magnéticos para el lector, que percibe la energía de fondo casi como una llamada y un vértigo.

Antes de meternos en unas honduras interpretativas que, irremediablemente, chafarán muchas sorpresas al que aún no haya leído el libro, dejaremos claro, para abrir boca, que el libro está magistralmente escrito. Wallace Stegner lo publicó con casi ochenta años, después de una vida dedicada al dominio del oficio y a enseñarlo en diversas universidades de prestigio. Entre sus alumnos, nada menos que Raymond Carver; y Tobias Wolff, Wendell Berry o Ken Kesey, entre otros. En consecuencia, es excelente tanto por los aciertos expresivos:

                     Tropezar con su mirada era como poner la mano en un hierro candente.
                    Voy flotando hacia arriba en medio de una confusión de sueños y de memoria
                     [Lib Stone] Ceñía su ropa hasta ponerse los ojos saltones.
                    [paseando por un gran bosque] Hasta el aire es verde.
                    Sobre el musgo neumático
                    El sol en mi espalda, un cataplasma.
         [En el primer encuentro con una enferma] Estuvimos locuaces, elocuentes.

Excelente también por la magnífica construcción de las escenas. La velada en la que los amigos escuchan la Novena Sinfonía y a la vez discuten sobre el fregadero tiene la tensión dramática del final de El Padrino III. Y sobre todo es excelente por el planteamiento formal de la novela, basada en un constante ir y venir de recuerdos de toda una vida en un solo día, en un magistral uso del flashback, que le permite ir diciéndolo casi todo a la vez que lo esconde casi todo.

Parece apenas la historia de la amistad entre dos matrimonios, y el autor presume de ello, riéndose tal vez un poco de El Gran Gatsby:

¿Dónde están las cosas de que se incautan los novelistas y esperan los lectores?, ¿dónde está la vida de lujos y despilfarros ostentosos, la violencia, el sexo retorcido, los deseos de muerte?, ¿dónde están las infidelidades de barrio residencial, las promiscuidades, los divorcios convulsos, el alcohol, las drogas, los fines de semana perdidos?, ¿dónde los odios, las ambiciones políticas, la sed de poder?, ¿dónde la velocidad, el ruido, la fealdad, todo lo que nos hace quienes somos y nos hace reconocernos en la literatura? Las personas de las que estamos hablando son vestigios de tiempos más tranquilos.

Sin embargo (y aquí entramos ya en terrenos que el futuro lector de En lugar seguro, si no quiere que le estropeemos las sorpresas continuas que depara la historia, debería abandonar de inmediato), las cosas no son tan sencillas. Yo, de hecho, creo que la pregunta sobre los odios, las ambiciones, la sed de poder y todo lo que se sugiere, no es retórica sino irónico-sofoclea. La novela nos esconde esas tensiones y buena parte del placer de su lectura consiste en sentirse arrastrado a descubrirlas y atisbarlas.

Digamos ya clara e imprudentemente que el propósito de la novela es la redención (hasta el misterioso "lugar seguro" del título) del personaje central, de Charity, la mujer de Sid Lang. El narrador Larry Morgan y su mujer Sara, de significativo origen griego, quedan al principio deslumbrados por el rico y admirativo compañero de trabajo de Larry en la universidad y, sobre todo, por su mujer, activa, atenta, alegre, elegante e incansable. "Charity" es, obviamente, un nombre parlante: ella no deja de estar pendiente de los demás con un punto de superioridad y condescendencia, que es como se ve a la caridad a menudo. Los inicios de la amistad son tan encantadores como el enamoramiento de Charity y Sid, que en otro flashback, se nos cuenta en una atmósfera irresistible de novela romántica. Pero enseguida aparece, por usar la explícita imagen del libro, la serpiente en el Edén. Y a los amigos les empieza a pesar tanta actividad de Charity, tanta planificación, tanta intromisión en sus vidas y quizá, aunque se nos diga que no, tanta gratitud como le deben. Los Morgan van tomando partido por Sid, al que ven demasiado dócil a los planes de su mujer y aplastado en su vocación poética por las ambiciones académicas de Charity.

Como toda la historia se rememora muchos años después desde el encuentro propiciado por la enfermedad terminal de Charity, cuando llevaban los amigos ya un tiempo considerable distanciados, hay, al principio tímidamente, y luego cada vez más acelerado, potente, angustioso y obsesivo, un intento de excusar a Charity, de salvarla.

Es un intento de salvación o redención pagano. El rechazo explícito al cristianismo de la novela lo fuerza así. Al comienzo hay una defensa del tiempo circular de los clásicos griegos frente al tiempo lineal judeo-cristiano. En la misma longitud de onda, se llenan de sentido las continuas alusiones a las diosas griegas, muy frecuentes para homenajear a Sara, a la que el esposo-narrador reverencia, pero también para rendir culto a la belleza altísima de Charity, tan matriarcal. El rechazo a la salvación cristiana se hace patente con una escena muy enigmática. En la visita de los dos matrimonios a Florencia, se encuentran frente a frente a un duro Cristo de Piero della Francesca. Los ojos duros de la pintura les interrogan, pero ellos no hacen sino discutir sobre el sentido artístico del dolor. A la salida, han de recoger a un obrero accidentado, cuyos ojos son los mismos del Cristo. Lo socorren de mala gana, incómodos, silenciosos, avergonzados, y en cuanto pueden lo dejan marchar, solo, subiendo una cuesta hacia su pueblo con la mano herida en el regazo, callado, alejándose.

La redención de Charity, pues, se pretende hacer con dos herramientas contrapuestas: el silencio y la inteligencia. Primero, se pasan por alto sus debilidades más evidentes, como por ejemplo que tuviera que ser internada en sanatorio mental para superar que a su marido no lo hicieran fijo en la universidad. Teniendo en cuenta, que su situación económica es mucho más que desahogada, la crisis psiquiátrica no puede sino resultar ridícula, pero se pasa sobre ella como sobre ascuas. La segunda herramienta es la comprensión, y se despliegan numerosas explicaciones genéticas e históricas para entender que Charity, como su madre y como las mujeres de Nueva Inglaterra, tenga esa incontenible tendencia a la organización y al ordeno y mando.

Mi hipótesis es que hasta aquí llega Wallace Stegner en el planteamiento de su novela. Todo lo que pasa por debajo, que se precipita en las últimas páginas, es fruto de las leyes del alma humana tal y como las ha estudiado René Girard. Ni el rechazo explícito al cristianismo ni la vuelta, a medias panteísta, a medias culturalista, a la Antigua Grecia pueden quedarse en un barniz encantador como de cuadro de Poussin. Porque, como supo Poussin: Et in Arcadia ego. La muerte hace su aparición, no sólo en forma de cáncer, sino en forma de sacrificio, que, aunque simbólico, es moralmente más implacable.

Sin que se dé cuenta el narrador Larry Morgan (quizá tampoco Wallace Stegner) en las últimas páginas empiezan a amontonarse de un modo cada vez más frenético los reproches contra Sid Lang, el marido de Charity. Para el lector la cosa es sorprendente, porque hasta entonces había parecido que la mayor causa de reproche contra Charity era el trato injusto de ésta a su marido. Puede que uno ya viniese sospechando que tanta defensa de Sid no dejaba de ser, en buena medida, una fermosa cobertura de otros resentimientos ocultos de Larry, instintivamente snob y muy frágilmente vanidoso. Pero ni aún así puede uno explicarse la saña final contra Sid, al que se descuartiza de  un modo simbólico, aunque no exento de crueldad. De pronto, es el marido el que, como profetizó el sabio padre de ella, autoridad en religiones antiguas, no tenía suficiente carácter. Entonces se nos dice que su poesía era francamente mala, y no se nos dice sólo a nosotros, discretos y comprensivos lectores, sino también a los hijos del poeta. Entonces se nos cuenta que estuvo tontamente enamoriscado de una alumna. Entonces se descubre el ridículo de su escondido diccionario de rimas. Entonces se desdeña su afición sustitutiva por el bricolaje y por el ahorro. Entonces, incluso, se le acusa de alegrarse de las desgracias de sus amigos. Entonces, finalmente, se subraya su triste papel de marido sumiso que va más allá de la muerte de su mujer.

Tan inesperada saña ha de entenderse, si quiere entenderse, desde una lectura sacrificial. El rechazo del cristianismo hace imposible que Larry Morgan se postule como víctima voluntaria y que, en el lógico examen de conciencia que propiciaría la muerte de la antigua amiga, se pregunté en qué falló él a sus generosos amigos o qué no supo ver o cuáles consejos literarios, profesionales y matrimoniales no fue capaz darles. Ahora necesita señalar un chivo expiatorio que sustituya a Charity en el altar del sacrificio y señala a la persona más cercana: a su marido, que hasta entonces parecía la víctima inocente.

El regusto amargo que deja el final de En lugar seguro queda así perfectamente justificado. Determinadas salvaciones no terminan de merecer la pena. Que la novela lo ponga en evidencia es una razón de peso para leerla. 

martes, 26 de junio de 2018

Efecto café


Esta mañana, al ponerme el café, me llamó la atención la pureza del hilo que salía de la cafetera. Suave, limpio, negrísimo, resbalando sobre la porcelana de la taza como una caricia. Abrí los ojos del sueño y me fijé más, maravillado, dispuesto a entonar la segunda acción de gracias del día. Entonces me di cuenta que el hilo que veía era la sombra del hilo auténtico, más marrón, retorcido y goteante, como siempre. Sin embargo, la taza que me tomo mientras escribo estas líneas ha sido una taza de sombras, café negro, destilación de la noche de verano.


domingo, 24 de junio de 2018

Epitafio


Para animar a mis hijos a tomar responsabilidades y a cuidar a sus mascotas incluso post mortem, les dije que podían enterrar a las mariposas de los gusanos de seda en algún rincón del jardín y que les podríamos poner una lápida con un epitafio como a Pukka. Ensayé algunos versos jocosos, que fueron muy celebrados, creía.

Al despertarme de la siesta, he visto que Carmen ha enterrado a las mariposas, se ha buscado la lápida y ha escrito un epigrama que no tiene nada que ver con mis versos, afortunadamente. Mucha más emoción, mucha más verdad:


sábado, 23 de junio de 2018

Un tic


Quique se ha dado cuenta de que cuando me pide que le acerque una goma, una raqueta o incluso un vaso, si es de plástico, lo lanzo hacia arriba, si puede ser dando dos o tres vueltas y luego lo recojo. Le ha hecho gracia y le ha extrañado. Me pregunta por qué lo hago. No sé. Pero lo pienso y si sé. Quizá es un tic teológico. La manera corpórea-conductual-icónica de mostrar que todo nos viene del cielo. Una acción de gracias no verbal.


jueves, 14 de junio de 2018

Elogio de la continuación


Un amigo me recuerda la entrada de cuando Leonor se fue; y recuerdo que la dejé a la mitad. Puse "continuará" y no la continué. Sé bien por qué: escribía con un día de retraso y cuando llegó Leonor tenía que poner lo que pasó cuando no estaba pero yo ya no estaba para eso. La presencia anula la ausencia, la actual y también la del pasado.

Dejaré el "continuará" porque es bonito pensar que continuó, y fue horrible, pero que luego no me importó nada.


domingo, 10 de junio de 2018

Vaya


Estoy viendo, con enorme interés, la entrevista que Pablo Iglesias hace a Juan Manuel de Prada. Mi hijo Quique se sienta a mi lado, cariñoso. De golpe, Iglesias le pregunta por su libro Coños. Quique pega un salto y se le ponen tiesas las orejas. Ha identificado una palabrota de las gordas. Mira mi tableta. Yo no doy con el botón del apagado. Y en esas sale la gráfica cubierta del libro. Muy gráfica. La mira abrumado. No es un palabrota abstracta y está ahí, en el libro. Al principio, me ha fastidiado la situación, pero cuando al fin he conseguido apagar la tableta, he pensado que estaba bien. Cuando Quique sea mayor le contaré que su primera visión del sexo femenino en toda su crudeza fue bastante literaria y tuvo a su padre de azorado espectador. Supongo que hay mejores maneras de encontrarse con la palabra, pero también las hay mucho peores.




sábado, 9 de junio de 2018