miércoles, 2 de mayo de 2007

Rubias

Llevaba tres cuartos de hora de atasco camino de la feria de El Puerto y, para evitar el ataque de nervios, hice repaso mental de los motivos por los que uno acude, excepción hecha de los deseos de mi señora, que para mí son órdenes. El año pasado ya hablé de los atascos, los pisotones, los pimientos y la afonía; así que concentrarme en lo positivo me vendría bien, además de para los nervios, para el artículo.

Lo pensé muy detenidamente entre punto muerto y breve acelerón, y uno de los encantos de la feria son las flores en el pelo. Generan una sinergia por la que la melena es más fresca y cada flor más singular. Se adornan entre sí. Es tan bonito que da pena que ellas no se pongan su clavel o su rosa para ir a la oficina. Nos ahorraríamos, quizá, el atasco y el jaleo y el polvo de la feria; y algo de la pereza de los lunes, que hoy, miércoles, tras el puente, es triple.

Como una cosa lleva a la otra y además es lo que tenía más cerca, en el asiento de al lado, di en las rubias. Contra las morenas no tengo nada en absoluto, por supuesto: la superioridad estética de las rubias no es un axioma universal, como demuestra con el ejemplo la vicepresidenta del Gobierno, en constante lucha contra toda discriminación. Ya habrá tiempo en la feria del año que viene de hablar de las morenas, siempre y cuando a mi señora, que cada vez es más rubia, le parezca bien. Y hablando de sus mechas, qué hoguera de conceptos ardientes en sonetos flamígeros habría encendido un poeta barroco con esa palabra explosiva: mechas.

El mayor prestigio de las rubias podría deberse al encanto de lo exótico. Cada vez menos exótico, por cierto, y no solo por las fulgurantes mechas. Desde que hemos entrado en la Unión Europea abundan los niños rubísimos, incluso de padres muy morenos. Las leyes de la genética respetan la jerarquía normativa y se someten al Tratado de Maastricht, digo yo. Aunque nacidos en los últimos años (vade retro!) del franquismo, nosotros también fuimos rubios. Con la edad, nos vamos morenizando y tal vez el pelo claro sea un símbolo más de la inocencia perdida.

Contra todas estas razones, las morenas, que suelen ser tremendas, contratacan con el mito, inteligentemente explotado por Marilyn Monroe, de que las rubias son tontas. La experiencia nos dice que ni más ni menos que las propias morenas, como predica con el ejemplo la ministra de Cultura, esa animosa luchadora contra el tópico con sus mismas armas. Mi mujer, en cambio, lucha con el ingenio. Cuando una vez le gastaron la broma de que las rubias son tontas, rápida como una mecha, contestó: “yo no lo soy, me lo hago”. Rubia o morena, con o sin flor, ella sí que es tremenda. Si lo sabrá uno que allí estaba, yendo a la feria…
[Grupo Joly]

13 comentarios:

Ángel Ruiz dijo...

¡Genial! ¡Brillante! ¡Enhorabuena!

Anónimo dijo...

En mi opinión la sentencia definitiva sobre rubias y morenas la dictó el maestro Ford en Mogambo.

No hace falta, creo, decir a favor de cuáles.

Dal dijo...

Sabia Leonor.

Adaldrida dijo...

Bueno bueno bueno. Es uno de tus mejores artículos. ¡Es un proema!

Anónimo dijo...

¿Y las pelirrojas, qué?

Enrique Monasterio dijo...

Con mis visitas a este blog voy conociendo cada día un poco mejor a Leonor.
Ya sabía que era inteligente, humilde y brillante. Ahora me entero de que es rubia.

Corina Dávalos dijo...

Me encanta el capítulo que han abierto las mechas. Menos mal que rubias o morenas, las mujeres sabemos defendernos (o vamos aprendiendo y no precisamete gracias a la paridad gubernamental) de tanto tópico; como ha hecho estupendamente tu mujer.(Haré pesquisas entre mis amigas, ¿cuál será la categorización equivalente desde el lado femenino?

Coni Danegger dijo...

Oh, mi peluquero nunca me dejó ser rubia, qué lástima...

Anónimo dijo...

Oh sorpresa, al acabar de leer esta maravilla me doy cuenta de que es el artículo semanal para el Grupo Joly. C'est joli! Pero no deja de ser un gran proema. [Oigo una voz interior que pide más proemas en la prensa y menos política en todos lados].
A mí lo de los niños rubísimos también me llama mucho la atención, por moreno y por euroescéptico...

Jesús Beades dijo...

La mayoría de las mujeres (no como las chiquillas que sueñan con rubios afeminaditos) suelen caracterizar al hombre ideal como "alto y moreno". Al menos eso dicen, otra cosa es que mientan piadosamente en mi presencia, pues soy alto y moreno. Mentira que agradecería, de todos modos.

Juan Ignacio dijo...

Para los apuntes (y para mil entradas):

"La superioridad estética de las rubias no es un axioma universal"

Saludos.

Anónimo dijo...

Muy bueno, buenísimo. Dile a Leonor que me descubro. Saludos.

Luis dijo...

Y en verdad que esta feria (como siempre) estaba guapísima. La pena Enrique, es que no me cruce contigo para darte un abrazo. Bueno aquí queda.