miércoles, 16 de enero de 2013

Cuestión


El año del embarazo de Carmen y de su nacimiento batí mi marca de libros leídos. Las condiciones, como dicen los atletas olímpicos, ayudaron. Durante el embarazo, Leonor tenía un sueño eterno, y yo vivía como un marqués, con ella al lado, dormitando, y yo leyendo y oyendo música. Luego, cuando Carmen era muy bebé, no podíamos salir, y yo seguía leyendo, con otra música al lado, pero igual de bien. Tengo una marca imbatible. 

Los años siguientes dejé de apuntar los libros, ¿para qué? 

Este año, sin embargo, me estoy viendo posibilidades de batir otro récord, el de mínimos, que también tendría su aquél; y he empezado a llevar la sencillísima contabilidad. Y aquí viene la duda. En estos primeros quince días ya le he dado dos vueltas correctoras a mi libro inédito de aforismos. ¿Lo cuento o no cuento como libro leído y vuelto a leer? Mejoraría mucho la estadística, claro, pero la cuestión es más importante, creo. ¿No es el secreto (a voces) de la lectura el contacto enriquecedor con otra persona? Eso lo veo claro y nadie que apuntase un año con cuántos amigos toma café y de qué habla contabilizaría el que se toma mientras se afeita ante el espejo del cuarto de baño y lo que piensa. Y, sin embargo, en el acto de releerse y corregirse, hay un filo de sorprendente desdoblamiento que casi, casi me atrevería a afirmar que estoy verdaderamente leyendo...

Como el objetivo es batir marca de mínimos y poder llorar un poco, haciéndome el héroe,  allá por diciembre, no lo voy a apuntar (aunque la cuestión de fondo queda en el aire).

12 comentarios:

Anónimo dijo...

Unas veces el libro está impreso y otras leemos en el libro de la vida

Jesús dijo...

Yo, como tú, apunto los libros leídos y las peliculas vistas. Comencé a hacerlo a mediados de 1999. ¿Puedes satisfacer mi curiosidad y decirme cuál es esa marca imbatible?
Gracias.

Kris Kelvin dijo...

¿Y su marca de libros publicados en un año? Porque creo que 2012 no ha ido mal, ¿no?

Saludos

E. G-Máiquez dijo...

Fue un atracón de vergüenza, amparado por las circunstancias, espoleado por el récord, y aprovechando que ese año terminé Con el tiempo y leí muchísimos poemarios, que son libros cortos. Me faltó muy poco para llegar a un libro al día.

Este año me apunto a lo de Isabel: a por el libro de la vida.

Jesús dijo...

¿Y qué récord te espoleaba? Uno tuyo, claro. Digamos que lo tenías en 300, y querías superarlo. Permíteme una pregunta: ¿hasta que punto eres un lector compulsivo?

Anónimo dijo...

Para mí (que soy un lector veloz y voraz, o sea, que no lo digo por disculparme), no es importante la cantidad, sino la calidad, de la lectura. Qué sabios que seríamos si sólo conociéramos bien cinco o seis libros, dijo Flaubert, que había leido muchísimos. Comprendo la ironía; pero yo no pensaría en récords ni cosas parecidas, sino en saber algo más, o (sobre todo) algo mejor. Y, como dice un amigo, lo demás es lo de menos.

E. G-Máiquez dijo...

Le doy las gracias, mi voraz y veloz amigo, por comprender la ironía de los récords, y por recordarnos lo esencial.

No me veo muy compulsivo, sino hedónico. Compulsivo apenas con las novelas, y por eso las temo más que a una vara verde, porque me rompen toda la complicada arquitectura de las lecturas.

E. G-Máiquez dijo...

De todas maneras, yo venía a hablar de mi libro, quiero decir, de esa sensación tan rara de leerse, que no se sabe si es leerse o no. Lo del número era un número de circo, para acompañar, nada más.

Marcela Duque dijo...

Y si cada día lees ese mismo día sobre el que escribiste el año anterior en tu diario...

Jesús dijo...

Comparto tu sensación de rareza al leer-leerse, y estriba, creo yo, en que es a un tiempo leer-leerse sin poder alcanzar del todo la objetivad de la distancia ni salir del todo de la subjetividad de la cercanía. Leomeleo: esto es lo que causa esa sensación de rareza.

E. G-Máiquez dijo...

"Leomeleo" es un hallazgo lingüístico de primera. Fonéticamente está ese mareo que produce de ida y vuelta. Qué bien, ya tengo el nombre exacto de la cosa.

Y qué curioso, Marcelo, yo también leo el día de los años pasados, y es otra sensación curiosa, de día de la marmota, o así. Esa sensación y que mi diario no es nada literario ha hecho que no me preguntara, en ese caso, si leía o no.

Ah, y todavía me sonroja que parezca que venía a presumir de cantidad de lecturas. En realidad, ningún año llegué a 300 libros, sino siempre más o menos la mitad, alrededor de los 150. El 2010 fue especial y leí muchísima poesía, libros de treinta o cuarenta poemas.

Carlos Pujol, in memoriam dijo...

"El que escribe es otro, decía Proust, y es una gran verdad, pero el que redacta es uno mismo; de la armoniosa colaboración de ambos depende que todo salga bien".