Hoy hace veinte años justos que murió Nicolás Gómez Dávila. Como el año pasado celebramos su centenario, corremos el riesgo de no conmemorar su muerte. Y tengo la sospecha de que él la valora lo mismo o más que su nacimiento, al estilo de Mario Quintana:
INSCRIPCIÓN PARA EL
PORTÓN DE UN CEMENTERIO
La
misma lápida ostenta
–según
lo entiende la gente–
cuando
se nace, una estrella,
y
una cruz cuando se muere.
Mas
cuántos que aquí reposan
no
nos dirían así:
“¡Pongan
la cruz al principio,
la
luz de la estrella al fin!”
Mientras leía, por cierto, además de tuitear, he ido apuntando los escolios que más me sirven para mi nueva situación profesional. Que tenga su libro guardándome las espaldas en mi despacho, no es pose. Aquí van los escolios escogidos ad hoc:
Quien parezca incapaz de darnos ejemplo ha sido negligentemente observado.
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La sociología es la ideología de nuestra indiferencia con el prójimo.
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Bien educado es el hombre que se excusa al usar de sus derechos.
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Mientras mayor sea la importancia de una actividad intelectual, más ridícula es la pretensión de avalar la competencia del que la ejerce.
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La lucha contra el desorden es más noble que el orden mismo.
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La política no es el arte de imponer las mejores soluciones, sino de estorbar las peores.
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Nadie se rebela contra la autoridad, sino contra quienes la usurpan.
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El adversario de los principios modernos no tiene aliados más leales que las consecuencias de esos principios.
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La primera revolución estalló cuando se le ocurrió a algún tonto que el derecho se podía inventar.
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Tratemos, al envejecer, de asumir actitudes que nuestra adolescencia hubiese aprobado y de tener ideas que no hubiese entendido.
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No disfracemos nuestra impotencia en tolerancia.
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La civilización moderna se estaría suicidando, si verdaderamente estuviera logrando educar al hombre.
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Una existencia colmada es aquella que entrega al sepulcro, después de largos años, un adolescente que la vida no envileció.
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Las únicas enseñanzas importantes son las que no puede transmitir sino el tono de la voz.
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El combate intelectual no se gana levantando barricadas, sino dejando cortésmente el campo libre, para que las tonterías del adversario se rompan solas las narices.
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La plétora de leyes es indicio de que nadie sabe ya mandar con inteligencia. O de que nadie sabe ya obedecer con libertad.
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Nunca es demasiado tarde para nada verdaderamente importante.
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Insultar al inferior es apenas un poco más vil que adularlo.
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Educar no es transmitir recetas, sino repugnancias y fervores.
Y si todavía os quedan fuerzas, su voz y su acento, maravillosos:
4 comentarios:
Gracias,Enrique,por compartir el descubrimiento con nosotros. Y en el aniversario de Don Nicolás. Tiene una voz hermosa y un acento bogotano admirable.
un abrazo de Santiago Tamarón
Gracias, Santiago, por la visita. Lo bueno es compartir, por supuesto.
El acento es admirable, cierto.
Llevo algunos meses siguiendo su diario y hoy no puedo resistirme a participar para felicitarle por sus comentarios sobre Gómez Dávila, Don Enrique. Aunque mi volumen de sus "Escolios" no se ve tan trabajado como el suyo (foto de su despacho),creo que sólo es cuestión de tiempo. Le felicito una vez más.
Por cierto, no es su hija es su nieta.
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