viernes, 29 de diciembre de 2006

Mia Sarah

Creyendo que era una película argentina, fui a ver Mia Sarah. Creo que no estropearé el final a nadie si cuento que en un momento dado el protagonista (no revelaré si nostálgico o eufórico) confiesa que el único día feliz de su vida fue aquel en el que cenó con la protagonista. Yo, entonces, sentí la necesidad imperiosa de susurrarle en la penumbra de la sala lo mismo a mi acompañante, que contestó: “Magnífico, pero ¿cuál de ellos?”

Restando cenas de empresa y algún viaje de trabajo, y sin contar el noviazgo, mi mujer y yo hemos cenado juntos unos trescientos cincuenta días al año durante seis años. O sea, una infinidad de cenas, en las que ha habido de todo, desde tortillas francesas a soufflé de pato con salsa de hongos. Está visto: una frase hecha, aunque redonda, no tiene por qué acoplarse bien a uno y su circunstancia.

Con el tiempo lo cómodo es echar cierta costra de cinismo y asumir que la emoción del enamoramiento se evapora como un frasco de perfume. Pero el cinismo es la defensa del que abandona la defensa. Así que mientras la película seguía con su historia (bastante divertida, por cierto), yo pensaba también un poco en mi propio dilema.

La emoción auténtica sólo puede mantenerse con realismo y sentido común. A estas alturas de la película (de la nuestra), en vez de la frase ésa del día único, por muy chula que me parezca, yo tengo que decir: “Los días más únicos de mi vida son los muchos que cenamos juntos”. O mejor aún: “La vida más única de mi vida la cenaré contigo”. Con algo de inventiva y de ingenuidad y hasta de películas dulces, que inspiren, el romanticismo no muere, se transforma.
[Publicado en Alba]

7 comentarios:

Enrique Baltanás dijo...

Qué bueno. No si ya sospechaba yo que el premio Compostela te lo habían dado por algo...

Juan Ignacio dijo...

Concuerdo con lo que dice EB y quiero agregar que a aquello que decía Arp de: "una visión esperanzada de la vida" hay que sumar que, a la vez que tienes esa visión, puedes hablar también de la muerte y de temas trágicos. No como otros que confunden optimismo con todo ruido y bochinche y buena onda y "para-qué-hablar-de esas-cosas"...
Saludos.

Carlos RM dijo...

Ay los amores cercanos, que tanto alegran y tanto desconsuelan...

Anónimo dijo...

Decía Miguel D´Ors, opinando de los mismos asuntos:

"Qué dicha no ser Basho, en cuya voz
florecían tan leves los ciruelos,
ni ser Beethoven con su borrasca en la frente
ni Tomás Moro en el taller de Holbein.
Qué dicha no tener
un bungalow en Denver (Colorado)
ni estar mirando desde el Fitz Roy el silencio
mineral de la tarde patagónica
ni oler la bajamar de Saint-Malo

y estar aquí contigo, respirándote, viendo
la lámpara del techo reflejada en tus ojos.

("Curso superior de ignorancia")

E. G-Máiquez dijo...

Con una ignorancia como esa orsiana bien se puede dar un curso superior.

Jesús Sanz Rioja dijo...

Yo también quiero saber decirlo así. Soy del coro de los que aplauden, como decía aquel, y ¿qué voy a hacer?, si este hombre no me da oportunidades para otra cosa.

Anónimo dijo...

Sin duda, este texto refleja una vez más el premio merecido. Genial Enrique!!!

En cuanto a lo de d'Ors... llevo años buscando ese libro, por librerias, anticuarios, internet... y nada. Menudos poemas.