miércoles, 3 de abril de 2013

Las penas con Pan (y más con Apolo) son menos


Estoy con Mario Quintana en su elogio a la pereza, pero también en otras cosas, como en eso de que la alegría acompaña siempre a la escritura. La profunda satisfacción de crear lo cura todo o al menos lo alivia. Sobre las penas de Camoens, que dieron tan espléndidos sonetos, decía que Quintana que, tras el resultado, no serían para tanto, y que cuánto le hubiese gustado comentar el particular con el genio.

Sé que es un ejemplo minúsculo, como el parto de los  montes, pero confieso que mucha de la amargura que me produce Margallo, que es mucha, se me endulzó con esa imagen de mi artículo de los dos ratones cabezones cada uno con su queso en la puerta de cada cámara parlamentaria autonómica. Ji, ji. 



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