domingo, 1 de noviembre de 2015

Versos vueltos


Los versos vueltos a lo divino de los franciscanos y los carmelitas del siglo XVI son deliciosos, pero no es un hallazgo técnico. En realidad, conecta con la más íntima verdad de la lectura, que siempre vuelve a lo íntimo lo que nos emociona, líricos reyes Midas. Un precedente bien gracioso de los versos vueltos a lo personal lo ofrece el marqués de Santillana en el "Villancico que hizo el marqués a tres hijas suyas". En la pequeña antología que acaba de publicar Rialp Cincuenta poemas indispensables se ve mejor que bien, pues el villancico del marqués ocupa el número 11 y dos fuentes de su poema se leen en los números 3 y 8.

Canta la segunda marquesita: "La niña que los amores ha / sola, ¿cómo dormirá?", que recoge la Pastorela de Airas Nunes: "quen amores ha /¿cómo dormirá?". Pero qué maravillosas variantes, leves e inagotables. El marqués, por boca de su hija, precisa: es la niña. Muy bien. También precisa con "los" amores. Y sobre todo esa gozada del "sola", tras la suspensión del cambio versal. Hay toda una sabiduría elegante y juguetona. Si los amores son correspondidos y satisfechos, sí que dormiría y bastante bien. El poema adquiere un tono conyugal bastante claro, me parece, y de experiencia de la vida. El marqués sonríe.

Y luego, el delicioso poemita del Cancionero de Peraza: "Suspiró una señora / que yo vi: / ¡ojalá fuese por mí!" Lo recoge Santillana para llorar por la adolescencia irremediable de sus hijas: "Sospirando va la niña / en non por mí, / que yo bien que lo entendí". No queda nada de la temblorosa esperanza del de Peraza, sino una melancólica aceptación de las leyes de la vida. El marqués se emociona.

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