martes, 12 de diciembre de 2006

Andrés Trapiello

Échale hilo a la cometa.

12 comentarios:

Adaldrida dijo...

Me preguntaste si lo había leído... y ya lo he hecho. De tu reseña puedo decir lo mejor: ¡que me han entrado ganas de leer a Trapiello!

Anónimo dijo...

¡¡Este blog ambivalente!! Me llena de alegrías literarias y me vacía de bienes pecuniarios. Muy buena reseña, Trapiello parece una buena lectura para estas navidades.

Anónimo dijo...

Lo más interesante es lo que apuntas de los diarios. Tendrías que ampliarlo un poco.

Agus Alonso-G. dijo...

¡Claro! Escribiendo y sólo escribiendo como él hace cualquiera publica dos o tres libros al año.

Gran reseña para un gran reseñado. Comparto totalmente lo del Trapiello poeta. No le veo yo en el campo de la novela, a pesar de que parece un sueño frustrado: escribir la Guerra y paz de la Gerra Civil, ¿no? Sin embargo, debiera consolarle lo que Faulkner dice, que quien se dedica a la novela lo hace por comprender que es un incapacitado para el relato, después de comprender que es incapaz para la poesía. No sé si será verdad, pero como cita queda bien ;)

Coni Danegger dijo...

¡Ay, Enrique, que nos enseñas cómo se aplaude! ¿Se podrá aprender?

Anónimo dijo...

La reseña es magnífica, de verdad, pero uno tiene siempre sus dudas cuando lee a Trapiello. ¿Cuánto hay de impostura en su obra, de falsedad o egotismo falsamente manejado? Sus diarios nos captan desde el primer instante - no por su inteligencia que no es deslumbrante como lo pueden ser un Gaya o un Brodsky - sino por su estilo y ese tono como otoñal que le da a su vida y muchos podemos compartir. Pero, ¡ay, amigo! luego tenemos esa especie de maldad suya, ese yo subido y engreído que se siente el centro del mundo y desprecia al resto. Cualquier lector de sus diarios conoce páginas memorables al respecto, algunas justas, otras ya no tanto. Gaya, Machado o Juan Ramón ofrecen una compañía que Trapiello no termina de dar. Detrás se oculta un viejo debate: ¿una ética dudosa puede levantar una gran literatura? No sñe qué contestaría Chesterton. Pero cuando uno escribe para dañar, aunque este uno sea su enemigo, pero ni así. Martín

Carlos RM dijo...

Yo estoy en una fase trapiellófila muy aguda, y me las prometo muy felices con tanto diario —y poesía— por leer. Tu reseña es muy muy buena, la imprimí porque hay cosas que deben conservarse en papel: deformación de archivero.

Este último comentario de Martín, respecto al engreimiento del escritor y a su "ética dudosa", me desconcierta un poco, quizá porque —de momento— leo a AT con entrega y falta de objetividad. Y no sé si esto es mérito del escritor o defecto del lector. En cualquier caso y respecto a los diarios, yo agradezco la sinceridad incluso si deja al descubierto las "pasiones" del autor. ¿Qué sería de una confesión sin miserias?

Anónimo dijo...

Horrible poema el que se cita: a estas alturas de la historia de la humanidad rimar "nueve" con "llueve"
"Lugo" con "plugo", "charcos" con "barcos","poema" con "problema", "hiel" con "miel", etcétera, no vale ni como broma.
Y luego está ese tonillo insoportable que estropea tanto la prosa como el verso trapiellescos. Este chico leonés siempre me ha parecido un Azorín de todo a cien.

E. G-Máiquez dijo...

Bueno, Miguel, ¿y con qué quiere usted que rime "nueve" con "septentrión" o, para ser más siglo XXI, con "semáforo"?

Mucho más interés, con perdón, tiene la entrada de Martín. Se apunta algo entre líneas, pero lo que él explica se refiere más a los diarios que a la poesía, que es lo que reseñaba. Ojalá pueda escribir alguna vez una buena reseña sobre sus diarios, sí, que se la merecen. Para empezar, y le estoy agradecidísimo de verdad, me ha dado una pista del tono con el que encarar la tarea: me parece que el apropiado sería el de Heretics de G. K. Chesterton.

Y para colmo de dicha, C. R. M. nos regala ese agudo apunte sobre la relación entre las confesiones y las miserias, que tiene su miga.

A todos, gracias.

E. G-Máiquez dijo...

MEA CULPA.- Atormentado por los remordimientos, vuelvo, Miguel, a pedirte perdón por mi media verónica de arriba: padezco intolerancia a las modernideces estéticas. Me explicará mejor, si puedo. Los ripios del poema en cuestión están avisados desde el título y quien avisa no es traidor. Y además:
Es la rima de siempre. La actual.
Que en lo tocante a rimas
es un absurdo el ser original.


Trapiello ha bebido, claro que sí, de Azorín; y también de Baroja, de Pla, de Galdós, de Cervantes... La primera muestra de inteligencia literaria está es saber escoger bien a los maestros.

Anónimo dijo...

La poesía de Trapiello no la conozco, aunque me han entrado ganas. Y los diarios tampoco, juasss! Pero me fío de gente que sbe, y esa gente dice que en ellos destroza y ridiculiza a las personas, o sea que el tipo es malito, malito. Una cosa es tener miserias y otras tener maldades, y sacarlas a la luz no como una confesión sino como una genialidad. Sin embargo hablo de oídas...

Agus Alonso-G. dijo...

La descripción quizá más certera en su brevedad de los diarios de Trapiello quizá la día José Luis García Martín hablando de su último tomo (El jardín de la pólvora): "La soberbia prosa de un escritor soberbio".

De Trapiello conozco especialmente sus diarios, y de ellos no he leído, creo, ni la mitad de los catorce.

A mí me encantan, aunque es verdad que cada vez dispara más contra quienes no le caen bien. Del Jardín yo me cargaría unas cien páginas. Buena razón tiene M. cuando le ayuda a depurar esa inquina. No considero sinceridad la ferocidad sutil que destila en la mayor parte de sus críticas ad hominem.

Uno sólo entiende lo injustas que pueden ser las críticas de Trapiello cuando alguien a quien quiere es blanco de su afilado colmillo. Yo he llegado a dejar de leer algún tomo por ataques absolutamente desproporcionados a personas o instituciones por las que siento afecto.

Sin embargo, siento por Trapiello (el personaje de sus diarios) un afecto amistoso que me lleva a intentar pasar por alto esas miserias. Aunque espero que no sigan aumentando en espacio. Quizá lo mejor es no ponerle en ningún pedestal, sea literario o humano.

De los que he leído, el que más me gustó fue Las inclemencias del tiempo. El comienzo es arrollador.