Trabajó
en casa una chilena que era muy fan de Pinochet, al que llamaba “Pinocho”, pero
no enfadada por alguna mentira sino todo lo contrario: agradecida porque
prometió que todos los pobres tendrían su televisor y cumplió y ella tuvo el suyo a los
pocos meses. Lo conté en la sala de profesores de mi instituto, pero no le
vieron la gracia ni a lo de Pinocho. "¡Pinochet!", se rasgaban las vestiduras. Ahora trabaja en casa una rumana: esforzada, cariñosa con los
niños, honrada, seria. tan limpia que se pasa ya al traslúcido… Y comunista. Añora el régimen anterior, cuando las
chicas eran respetuosas, no había droga, todos tenían trabajo, etc. No para de
cantarme (a mí, ay) las múltiples excelencias del marxismo. Cuando lo cuente en mi sala
de profesores, ¿se escandalizarán tanto como de la chilena? A que no.
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6 comentarios:
Seguro que no. Andarán "indignaos" con la peruana pero "encantaos" con la rumana. Ahora bien, siempre podrías endiñarles con una edición de Archipiélago Gulag en sus conciencias... si es que tienen, claro.
Chilena, perdón. Me debí sentir poeta por un instante...
Seguro que se indignarán lo mismo. Y si no es así, allá cada uno en particular y no creo que puedan extraerse conclusiones generales. A mí me sobrecogen e indignan ambas cosas.
Un abrazo.
En efecto, José Luis, sobrecoge ese impulso al totalitarismo de la buena gente humilde.
Jo, jo, jo.
Pues seguro que no.
Yo me hubiera escandalizado de ambas, como dice JLP.
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