jueves, 7 de marzo de 2013

Idiota en directo


Casi siempre somos idiotas... en diferido, cuando echamos la mirada hacia atrás. Pero el miércoles y medio jueves he sido un idiota en directo, con plena conciencia de mi condición. Ya en el peluquero, me tomé el café que me ofreció sin ganas y tras cuatro cafés anteriores. Me puso de los nervios, con la columna vertebral cimbreando como una caña de bambú. La tarde la echamos en la sala de espera del pediatra, con nuestros niños destrozando las flores de plástico del centro de mesa, para desconcierto de los que traían bebés, que daban la impresión de no haber sabido hasta entonces lo que les esperaba. Luego, con el médico, todo bien, menos la tarde. Y al llegar a casa, en vez de recuperar el tiempo perdido, vi sucesivamente en la tele: el final de La venganza de don Mendo, un capítulo de Bob Esponja, el partido de fútbol y El conde de Montecristo. Casi nunca veo la televisión, pero cuando me pongo…

El viernes, en vez de recuperar el tiempo perdido aprovechando dos horas libres, salí absurdamente a buscar un MacMenú al MacAuto más cercano, que no está tan cerca. Siendo las 12:30 estaba cerrado, por suerte. En el desierto polígono industrial un grandísimo camión, al tomar una curva, le dio un golpe a una farola inmensa, que cimbreó como una caña de bambú. Yo, liliputense, estaba pasando justamente por ahí y pensé: "¿Qué explicaciones darían de mi presencia aquí si me aplasta la farola? Qué muerte más idiota". Y así seguí medio día hasta que la siesta puso un punto final al vagabundeo absurdo y autoconsciente. No me lo explicaba... hasta que recordé el síndrome de Sansón


6 comentarios:

Anónimo dijo...

Ja, ja, ja, no he oido que nadie más tenga este síndrome. Habría que analizarlo más a fondo. Quizás son los cafés, quizás la hora, quizás la simple casualidad. Lo que es seguro es que la próxima vez que vayas a cortarte el pelo, vas a ir tan prevenido que vas a provocar inconscientemente que te ocurran cosas que te hagan sentir débil.

Anónimo dijo...

Enrique, en primer lugar muchísimas gracias por tu blog.
Abundando en el Síndrome de Sansón, hace años me dijo un viejo peluquero que frecuentaba "¿se habrá dado usted cuenta de la cara de gilí que se le queda a uno tras cortarse el pelo?". Y es cierto. El Síndrome de Sansón tiene como primera manifestación que te ves, o al menos así me parece a mí, reflejado en el espejo con cara de tonto. Quizá contribuya a esta impresión el babero y la falta de costumbre de mirarte en un espejo por largo rato.

Para evitar mantener una conversación de circunstancia con el peluquero puedes responder a la pregunta "¿cómo quiere que le corte?" con un tajante "En silencio".

María dijo...

Jajaja, ¿Y que te parece que los dos Enriques os cortéis el pelo el mismo día?
Y ese efecto Sansón que te hace saltarte a piola el jueves, con lo que en vez de día y medio, te nos presentas como idiota dos días y medio.

Dolores dijo...

Qué bien tener una razón literaria para odiar la peluquería, jeje

E. G-Máiquez dijo...

Es una razón bíblica, Uuq. O sea, todavía más. Y quizá algo científica. Por correo privado, dos —no uno, dos— , me han contado de quienes sentían algo parecido cuando se cortaban las uñas.

E. G-Máiquez dijo...

Lo dicho, María, idiota. Es verdad que me hice un lío con los días. Uf.

Y gracias.