domingo, 15 de junio de 2008

Noblesse oblige

Tanta exigencia de paridad para todo apesta a pansexualismo, ¿o no? ¿Por qué hay que escrutar tan simétricamente el sexo de unos y de otras para acceder a cualquier puesto? Y sobre todo, ¿por qué escrutar sólo el sexo? Podríamos proponer otras paridades: entre bajitos y altos; entre optimistas y pesimistas; o entre rubios y morenos, dejando una cuota, por supuesto, para pelirrojos.

Esto ya lo hablamos cuando Zapatero, empeñado en imponer paridades por todas partes, se emperraba a la vez en cargarse la paridad de la única institución paritaria de la historia: el matrimonio. Ahora los tribunales han decidido que es discriminatorio que los títulos nobiliarios se transmitan por línea de varón. El primogénito, hombre o mujer, heredará el título.

Lo inquietante es que así se arregla una discriminación, vale, la hecha por razón de sexo, pero se consagra a su vez otra más medieval todavía: la cometida por razón de primogenitura. El artículo 14 de la Constitución dice: “Los españoles son iguales ante la Ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social”. Pero aquí últimamente sólo se preocupan del sexo, como adolescentes. Lo denunciaba Joaquín Leguina con relación a las funciones del neo Ministerio de Igualdad, diseñado para promover la igualdad entre miembros y miembras, y hacer, mientras tanto, la vista gorda ante las demás desigualdades que hay en España, y creciendo.

En concreto, con lo de la aristocracia, la monomanía actual por el sexo se ve muy clara. Clara y ridícula. Quizá sea éste el último servicio que la institución preste a la sociedad, antes de quedar como un fósil decorativo. Si se quisiera anular en serio la mínima posibilidad discriminatoria habría que extinguir los títulos nobiliarios o dárselos a todo hijo de vecino, como el DNI.

Yo, desde luego, soy partidario de la última opción, y aún diría más: no hace falta que nadie te otorgue un título. Basta exigirse a uno mismo un comportamiento noble siempre. Precisamente esto es lo que ha venido faltando a la nobleza titulada y por eso se ven ahora donde están: en el papel couché y como punta de lanza de la ideología de género, pobres.

1 comentario:

Aquilino Duque dijo...

Siempre digo que quien herede un título de nobleza está obligado a revalidarlo.