lunes, 18 de mayo de 2009

Pensado durante la homilía de ayer...

Tras el furioso anticlericalismo de muchos intelectuales se esconde la envidia del púlpito y de los privilegios de la palabra sagrada y preceptiva, y la vanidad de pensar que uno lo haría bastante mejor... Como eso es natural, lo más sano es reconocerlo con su poco de ironía, como hizo Quintana, o como hizo Logan Pearsall Smith. Si uno se reconcentra, puede acabar como el cuñado de éste, Bertrand Russell o como tantos otros, pontificando con toda seriedad. Cuánto más sincera esta prosa de Smith:

....................EN EL PÚLPITO

El vicario tiene ciertos gustos literarios; en su juventud escribió una “Oda a la luna”; y acostumbra a hablarnos de las dificultades que encuentra al componer sus sermones, semana tras semana.

Ahora bien, siento que si yo compusiese y predicase sermones, de ningún modo me confinaría a los temas trillados del vicario. Yo hablaría de la ira de Dios, y haría sonar la Última Trompeta en los oídos de mi pecaminosa congregación, rasgando los cielos y paralizando la tierra con los truenos y eclipses y terremotos del gran Día del Juicio. Después, podría refrescarles con altas e incomprensibles doctrinas, fuera del alcance de la razón: la predestinación, la elección, la reprobación, las coexistencias y las coeternidades de la indemostrable Triada. Y con qué santa vehemencia exclamaría y gritaría contra todas las formas del error doctrinal, contra todas las execrables hipótesis de los enormes heresiarcas. Luego habría muchas, antiguas, ilustradas y extravagantes iniquidades que denunciar; y espléndidas, olvidadas virtudes que inculcar: la pobreza evangélica, y la virginidad, esa joya preciosa, esa delicada guirnalda, tan preciada en el Cielo, pero tan rara —dicen— en la tierra.

Entre la variedad de dogmas y normas morales, son los más altos picos los que brillan para mí con cierto esplendor. Hacia esos radiantes Alpes conduciría, si yo fuera vicario, a mi rebaño a pastar.

2 comentarios:

Corina Dávalos dijo...

Pues menos mal que no le toca, que para ver Rayos y truenos vengo aquí y me sobra...¡Abrazo!

Jesús Sanz Rioja dijo...

Y eso que aquellos tienen siempre sus voceros que se empeñan en hacer sagrada y preceptiva su palabra. Pienso en El País con los Saramagos, por ejemplo. O con los Benedettis, ahora.