Dos libros recién publicados comparten tema y, en
principio, nada más. Los dos tratan de la muerte, pero mientras que Elias
Canetti en el Libro de los muertos (Galaxia
Gutenberg, 2011), recopilación de notas tomadas durante toda su vida
sobre el particular, se encara con ella, dispuesto a presentarle una batalla
sin cuartel; el filósofo francés Fabrice Hadjadj con Tenga usted éxito en su muerte (Nuevo Inicio, 2011), nos presenta la
muerte como la puerta del éxito.
"En realidad, mi
libro sobre la muerte es un libro sobre la alegría", exulta Hadjadj. Y en
realidad el libro de Canetti lo es sobre la desesperanza. El primero construye su
visión sobre la fe y por eso puede preguntarse: “¿Dónde está muerte tu victoria?”,
y dar hasta siete contundentes motivos por los cuales la existencia de la
muerte es un regalo. El segundo escribe desde el agnosticismo y contempla con
angustia que la victoria de la muerte será total, aunque él, heroicamente, no piense
rendirse.
Ambas posturas tienen su
reflejo —en ambos casos estamos ante literatos de raza— en el estilo. El libro
de Canetti no es propiamente un libro, sino las notas que fue tomando durante
toda su vida para un texto definitivo que enfrentase a la muerte en todos los campos.
El hecho de que no lo escribiera demuestra hasta qué punto veía inútil su
lucha. El libro de Hadjadj es un ensayo extenso, que no tiene reparos en regodearse
en digresiones, en pequeñas narraciones, en citas, en continuos juegos de
palabras y en bromas, macabras o inocentes, incesantes.
Sin embargo, bajo tantas
y tan evidentes diferencias hay un fondo común, que es la clave: la apuesta
decidida por la vida. En Hadjadj por la vida eterna (ese es el éxito en la
muerte que nos propone) y en Canetti por la vida que quiere ser eterna. De
hecho, tiene algunos apuntes a favor de la idea del infierno por el simple
hecho de que al menos viene después de la muerte. Ambos rechazan con
radicalidad el suicidio. Canetti llega a escribir: “No he perdonado de verdad
ningún suicidio. Aborrezco al floreciente abogado de la muerte”. No se le
escapan al sagaz Canetti ciertas coincidencias suyas con la visión
judeo-cristiana: “¿Por qué el salmista
odia la muerte como sólo yo la aborrezco?”, y reflexiona sobre la muerte de
Cristo con una emocionada admiración. Y ambos piensan que una hora o incluso un segundo más de vida merecen la pena y pueden significar una inmensa opurtunidad.
Pero
la más sorprendente coincidencia estriba en la concepción de la muerte del
hombre como un martirio o un sacrificio religioso. Brevemente lo apunta
Canetti: “Todos los moribundos son mártires de una futura religión universal”;
y lo explica muy bien Hadjadj: “Todo
hombre está obligado a morir voluntariamente. No es que todo hombre quiera
morir, sino que, frente a una muerte ineluctable, la voluntad siempre tiene
libertad para la rebelión o el consentimiento. […] Cuando
se reflexiona en profundidad no hay más que una alternativa entre dos especies
radicalmente opuestas de muerte voluntaria: el suicidio y el martirio".
Sin negar la utilidad de
ambos libros como ars moriendi, su gran valor es como modus vivendi: nos ayudan a mirar de
frente a la muerte. Y como nos avisó Heidegger, "la aceptación total de la
angustia de la muerte en la anticipación del morir es la única manera de ser
auténtico", o dicho en plata: sólo tenemos una vida intensa y humana si
contamos con su final y lo vamos viendo venir. “Sin esa gravedad de la muerte,
estaríamos condenados a la charlatanería y a la mundanería”, advierte Hadjadj.
Quizá para prevenirnos contra esa vida insulsa gastó Jean Paulhan su broma:
"¿La muerte? Vamos a ver si yo vivo hasta entonces”. Una broma muy seria.
5 comentarios:
Tres notas a pie de página:
1- Este texto es también mi "Elias Canetti 3/3.
2- En el momento de escribir que ambos son "escritores de raza" no pensaba en que ambos fuesen judíos. Al darme cuenta de que podía ser entendido como una indirecta, no lo quité, porque no lo considero una broma, ni mucho menos, sino algo bien significativo y admirable.
3- La chincheta del otro día, me ayudó, sobre todo gracias a los comentarios, a entender mucho mejor a Hadjadj. Estaba escrita, en principio contra éste, porque insiste mucho en que el éxito en la existencia es terrible, pero he visto que se hacía el Bloy (sin serlo). Qué miedo el de muchos a posar de optimistas. De pronto vi que Canetti es partidario del oxímoron y que Hadjadj, diga lo que diga, del pleonasmo. Y que, como le decía a Rebelde, ambas posturas comparten más de lo que parece: la radicalidad o esencialidad. El éxito o el no éxito no depende de las circunstancias, sino que existe por existir.
Justo acabo de leer una noticia sobre el tamaño de los caballos en el Paleoceno-Eoceno, esto es hace nada menos que ¡¡¡55 millones de años!!! ¿En qué cabeza cabe esa cifra? Y tras ello quién puede dudar que existir es un éxito increíble, increíble... ¡y que morir también!
Además, que yo sepa, la judía no es una raza. Eso fue una invención de los antisemitas del XIX.
Muchas gracias por la nota, Jesús, que me abre, ay, otro campo de interés (se agradecerá bibliografía). Pensaba que había distintas ramas, naturalmente, pero que descendiendo todos de Abrahán, se les podía considerar, y ellos se consideraban, una raza, además de un pueblo, y una religión. El tema me interesa mucho, así que de nuevo, gracias.
Sabía del contencioso de Canetti con la muerte por su autobiografía en tres tomos: La lengua absuelta, La antorcha al oído, El juego de ojos.
¿La has leído? Te la recomiendo vivamente.
Un abrazo.
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