domingo, 12 de julio de 2015

Sol y sed


Me dio rabia tener que bajar con los niños a la piscina. Me había planificado una tarde de lectura al socaire acondicionado.

Pero una vez en faena estuvo muy bien, literariamente hablando, digo, que lo demás se da por supuesto. Carmen comentó: "Tengo más sed que el sol". Calmó mi sed de poesía para toda la tarde.

Como Quique ha notado que, cuando pongo a leer a Carmen, le soplo la mayoría de las palabras, ha deducido que leer es repetir en voz alta lo que papá dice al oído. Se tumbó encima de mí en una hamaca y me dijo: "Voy a leer". La experiencia de decirle muy bajito lo que ponía y oírselo repetir a él fue magistral. Algo así como la materialización del eco que tiene que despertar la lectura y la transmisión. Para mayor gracia, leía Dentro del tiempo, de Dionisio Ridruejo, y nos tocó un fragmento muy Ridruejo, lo que le daba más gracia a la voz cristalina de Quique. Más tarde, llegué a un capítulo mucho más Dionisio, en el que narra el esplendor de una perra de caza, "Murilla", su pérdida y su casi resurrección. Una maravilla. Rescatada la perra, pasa por allí uno que no entiende la alegría de todos y musita: "¡Todo esto por un perro!", a lo que replica Dionisio: "No es un perro, es la vida". Pero con Quique habíamos leído esto:

Pero también es verdad que un ambiente es sólo una retícula según la cual se muestra el Mundo. Y ya es difícil ajustar aquél a ésta: el pensamiento a la sensación inmediata. Inteligencias y voluntades se enredan, se apresuran, se ensañan sobre ese Mundo que se escapa de toda la red; lo exploran y desentrañan, le arrancan secretos, tratan de poseerlo y dominarlo, profetizan sobre la muerta las mayores venturas de la vida.

Subiendo a casa, una escena estupenda. Un señor muy mayor, muy espigado, muy lento, iba andando con su bastón, mientras su cuidadora joven e hispanoamericana le animaba por detrás, muy risueña y pizpireta, desde su silla de ruedas, que manejaba como un juguete. Supongo que la escena a los hijos del señor espigado no les haría ninguna gracia, si la vieran, pero la tenía. Y el señor se reía también. Es la vida, aún.


3 comentarios:

Ana R. Agüero dijo...

Qué entradas esplendorosas nos estás regalando estos últimos días, Enrique

Anónimo dijo...

Esa foto no la pierdas. La utilizará tu hijo, dentro de mucho tiempo...

Anónimo dijo...

Qué maravilla de entrada. Cómo se lo pasan los señores mayores con estas cuidadoras... a las señoras mayores no les pasa lo mismo en absoluto.
Mi abuela sólo disfrutaba con una dominicana aficionada como ella a la juerga, con las demás nada. Una vez llegué a su casa y la cuidadora me preguntó "¿Usted es Juan?"; yo dije que no. La cuidadora me despreció diciendo "es que me ha dicho su abuela que cuando venga Juan nos va a poner unos buenos traguitos".

JLC