lunes, 26 de junio de 2006

Albada

Los modernos, como es sabido, sustituyeron la oración matinal por la lectura del periódico. Como no quiero dejar de ser eterno, compagino ambas cosas. La vida, declaró Ortega y yo repito de mala memoria, es una aspiración a no renunciar a nada. Pero, además, desde que, nel mezzo del cammin di nostra vita, he puesto un pie en la postmodernidad --que es selva oscura--, también trato de escribir muy de mañana mi entrada en el blogg. Y como todo se construye sobre el hombre a secas, antes he tenido que preparar el desayuno. Para colmo, el homo oeconomicus tiene sus razones (que el corazón entiende a medias), y ahora debo ajustar en mi agenda las últimas reuniones de evaluación.

Con tanto ajetreo, por muy temprano que uno se levante, lo que empezó como una albada, sólo acabará a media mañana, convertido ya en trotadora prosa de cada día, que es justamente lo que uno tiene que convertir en...

5 comentarios:

Jesús Beades dijo...

Se está forjando un género literario, que yo llamaría "bloguerías", y que está entre el apunte diarístico y la prosa poética. Adaldrida abre cabeza con sus joyitas. Esta Albada tuya no se queda atrás.

Estupendo el punto de Camino. Me apunto a todos esos bosques.

Carlos RM dijo...

Quizá sea casualidad, quizá providencial (que es el “sinónimo” que suele utilizar mi madre). Compruebo que algunos de los autores de los blogs que he visitado con tanto gusto e insistencia estas últimas semanas, que me han hecho reflexionar o reir, y que me han animado a escribir en el mío son personas cercanas al Opus Dei.
No debe de ser tan casual —aunque sí providencial— que sean andaluces, pues Sevilla “y alrededores” son para mí un paraíso, un oasis en el hermoso desierto.
Pero reconozco que me inquieta este olfato mío que me lleva sin saberlo hasta la Obra, como los enlaces sutiles que dibujas, Enrique, incluso en tres puntos suspensivos... Y me inquieta porque ese camino no es el mío, aunque lo haya cruzado algunas veces y por él anden dos de mis mejores amigos.

E. G-Máiquez dijo...

En eso de la cercanía al Opus Dei, C.R.M., hay muchos grados. Pero como en mi caso es caliente, caliente, que te quemas..., te diré que te agradezco la inquietud y el olfato: lo peor que le puede pasar a un escritor es que deje indiferente. Por otro lado, espero que la inquietud no sea una barrera. La literatura, más que un jardín de senderos que se bifurcan, es una selva de caminos que se cruzan. Que la Obra no sea el tuyo, no impedirá que nos sentemos en cada cruce a charlar un buen rato a la sombra de los chopos. Ya debes tener experiencia con tus dos amigos.

Carlos RM dijo...

Lo primero, un elogio; tus escritos no me dejan indiferente y acudo a ellos con perseverancia monástica porque sé que me abren cada día una ventana nueva. Y de tu ventana a las de los que se asoman a tus Rayos y tus Truenos, esa "selva de caminos que se cruzan".
Visto así, malo sería retorcerse sólo en el propio camino y no conocer los atajos de otros. Acepto y te agradezco mucho la cita para charlar a la sombra de los chopos (o de las palmeras).
Y en cuanto a la inquietud, no sabría explicarme mejor; pero no es barrera en modo alguno. Puede que, incluso, sea estimulante. Inquietarse es, al fin, andar.

E. G-Máiquez dijo...

Perfecto: ¡a la sombra de las palmeras!