jueves, 13 de septiembre de 2007

Ya se van las oscuras golondrinas

Tengo debilidad por Mario Quintana, que acierta hasta equivocándose. Hablando en una entrevista de sus influencias literarias, cuenta cómo su madre, educada en Uruguay, le recitaba poesía española, especialmente de Espronceda y Bécquer. Entonces se pone estupendo y declama: “¡Ya se van las oscuras golondrinas!” Ea.

Y sin embargo este neoverso pseudobecqueriano me viene mucho mejor que el auténtico, con su melancolía complejísima mezclando memoria y deseo. JRJ copió el bueno con aquello de “y se quedarán / los pájaros cantando”, y Eliot confluyó con “April is the cruellest month” cuyo eco recogió, a su vez, Miguel d’Ors en “Pero no por abril”, etc. A mí, con todo, me viene mejor el de Quintana, pues ya se van, simplemente, las oscuras golondrinas.

La semana pasada fui a pescar con mi padre, Abel Feu y sus niñas. No pescamos nada, ni un resfriado siquiera, porque el día era bochornoso. De pronto, en vuelo rasante sobre las aguas, vi pasar una golondrina en dirección sur, muy seria, sin entretenerse como suelen en arabescos aéreos, sino en línea recta, como una flecha, atravesando nuestro aburrimiento. Luego, pasó una bandada de treinta o cuarenta. Estaban yéndose.

Tengo un amor constante más allá de las estaciones, así que no me puse a lamentar lo que se encontrarán cuando vuelvan, que —D.m— me lo imagino y me encanta. Pero soy profesor y no me dio buena espina que se fueran ya, tan pronto. Y además, aunque es la misma vocación, tienen distintas alturas de vuelo, y a don Enrique Monasterio le gustan los vencejos, pero a mí ellas y mucho, las golondrinas, con su vuelo en volutas, su pases rasantes, su baberito rojo y también con su canto. Y se van, se van las oscuras golondrinas.

15 comentarios:

Anónimo dijo...

A mí también me gustan las golondrinas. Pero más me gusta esta entrada voladora, confortante y reconfortante.

Anónimo dijo...

Genial ese "atravesando nuestro aburrimiento". Como esta entrada.

Anónimo dijo...

Estoy de acuerdo con Batiscafo: genial el "como una flecha, atravesando nuestro aburrimiento", y la entrada entera.

Tú también aciertas, aun equivocándote. El poema que citas de memoria de Juan Ramón, titulado "El viaje definitivo", dice así:


Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros
cantando;
y se quedará mi huerto, con su verde árbol,
y con su pozo blanco.

Todas las tardes el cielo será azul y plácido;
y tocarán, como esta tarde están tocando,
las campanas del campanario.

Se morirán aquellos que me amaron;
y el pueblo se hará nuevo cada año;
y en el rincón aquel de mi huerto florido y encalado,
mi espíritu errará, nostáljico...

Y yo me iré; y estaré solo, sin hogar, sin árbol
verde, sin pozo blanco,
sin cielo azul y plácido...
Y se quedarán los pájaros cantando.



No es lo mismo "seguir cantando", que "quedarse cantando". En el primer caso, parece que la partida definitiva del poeta les resulta indiferente (a los pájaros), en tanto que en el segundo, resulta como si quisieran rendirle un homenaje póstumo y agradecido. Eso, al menos, me parece a mí.

Corina Dávalos dijo...

Bonita e instructova entrada, como suelen ser. Yo también me apunto a las golondrinas, porque en América también vuelan (yo allí no he visto vencejos, creo...)y porque me encanta la leyenda aquella, de que se compadecieron de Cristo agonizante y fueron en bandada a quitarle con su pico, las espinas clavadas en la frente.

Juan Manuel Macías dijo...

Las golondrinas se irán, pero la Poesía nunca abandona este blogg.

Ángel Ruiz dijo...

Advertencia a despistados como yo: leed primero el texto al que enlaza.
Dos frases: 'amor constante más allá de las estaciones' y 'vuelo en volutas'. Bueno, más: 'sin entretenerse como suelen en arabescos aéreos', 'melancolía complejísima mezclando memoria', 'atravesando nuestro aburrimiento', 'estaban yéndose'.
¡Y va el tío y dice que es profesor! ¡Un peazo poeta es lo que eres, maestro! ¡En todos los palos, por lo barroco o por alegrías!
¡Menos mal que ya no me da pudor elogiar y que no me importa repetirme! Es verdad lo que decía A. T. de que es más sencillo manejarse con el insulto y la crítica, pero estoy contento, qué caray, y me ha gustado mucho este texto, así que tendrás que cargar con esta carretada de elogios con paciencia.

Anónimo dijo...

Me uno a Arp (se le nota exultante últimamente). A mí tampoco me importa ser redundante en el elogio, ea. Enhorabuena.

E. G-Máiquez dijo...

Qué bien. Muchas gracias. Está visto que tengo que salir más de pesca con mi padre.

Uy, cómo se tiene que estar riendo Mario Quintana de mi mala memoria juanramoniana, Verónica. Muchas gracias por el aviso: lo corrijo ahora mismo, en cuanto termine de sacarme la viga del ojo.

Anónimo dijo...

Siguiendo el consejo de Arp, leo el texto de D. Enrique Monasterio enlazado y... es fantástico. De él me permito copiar el final:

"Si yo fuera poeta, o algo parecido, les haría (a los vencejos) un soneto. ¡Qué menos que un soneto! Y hablaría de mis alas, es decir de mi vocación. A veces uno siente la extraña ocurrencia de caminar a ras de tierra, y entonces las alas pesan enormemente; se llenan de polvo o de basura, y la vocación se ve como una carga insoportable. Pero cuando me decido a volar, ¡qué ligero resulta todo! ¡Qué fáciles las cimas! La vocación no pesa; al contrario, nos hace ingrávidos y nos lleva por encima de las nubes, hasta el mismo sol".

La metáfora entre las alas y la vocación me parece maravillosa. Qué bien visto.

Enrique, con tu permiso, copio aquí también un texto de otro santo escritor, que me parece a mí que viene muy al caso:

"Ponte en coloquio con Santa María, y confíale: ¡oh, Señora!, para vivir el ideal que Dios ha metido en mi corazón, necesito volar... muy alto, ¡muy alto!

No basta despegarte, con la ayuda divina, de las cosas de este mundo, sabiendo que son tierra. Más incluso: aunque el universo entero lo coloques en un montón bajo tus pies, para estar más cerca del Cielo..., ¡no basta!

Necesitas volar, sin apoyarte en nada de aquí, pendiente de la voz y del soplo del Espíritu. —Pero, me dices, ¡mis alas están manchadas!: barro de años, sucio, pegadizo...

Y te he insistido: acude a la Virgen. Señora —repíteselo—: ¡que apenas logro remontar el vuelo!, ¡que la tierra me atrae como un imán maldito! —Señora, Tú puedes hacer que mi alma se lance al vuelo definitivo y glorioso, que tiene su fin en el Corazón de Dios.

—Confía, que Ella te escucha."

Jesús Sanz Rioja dijo...

El aburrimiento es buen consejero literario. Apuesto a que Gabriel Miró se aburrió como un oso tardes enteras.

Anónimo dijo...

Voy a terminar haciéndome adicto a este reconfortante blog poético tan fresco y saludable, en el que los mismo aparece Leonardo, el moro Ludovico, las bondades de la pesca o debate sobre la polémica Educación para la Ciudadanía.

No le tengáis tanta inquina
a la gente que confunde
vencejos con golondrinas.

Al fin y al cabo, yo creo que Bécquer sabía que veía vencejos, pero necesitaba golondrinas para que fuera endecasílabo. Cordial saludo a todos.

Anónimo dijo...

Ya se ve que poeta que va de pesca, nunca vuelve con el cesto vacío (ese cesto tiene un nombre, pero tampoco lo pesco). Es una ventaja, porque, al llegar a casa, en vez de decirle abochornado a Leonor: "olvídate del mero, que hoy toca filete con patatas", puede sacar a la golondrina seria que va por delante como una flecha, y seguir con el vuelo en volutas y el baberito rojo, y, para terminar, poner sobre la mesa el amor constante más allá de las estaciones, que desde luego vale mucho más que cualquier mero.

Un cesto bien llenito pues. Y a todo lo que dice Arp, hay que añadirle 'las distintas alturas de vuelo', donde el pescador, al hilo de lo que subraya Verónica, sugiere un paralelismo entre el vuelo del vencejo y el gorrión, y la vocación del sacerdote y el poeta. Ahí es nada.

Anónimo dijo...

...y no sólo la del poeta Cb, no sólo.

Anónimo dijo...

Me refería a la vocación del sacerdote. Que no sólo, vamos.

Adaldrida dijo...

LLegfo tarde, ay! para aplaudir. Qué bien lo paso leyéndote.