miércoles, 14 de agosto de 2013

Paulina


Carmen a veces se porta mal, pero me compensa. Cuando le preguntas por qué hizo esto o no hizo lo otro o deshizo aquello o se hizo la sueca, explica, con voz de pena: "Es que estaba cansada". El cansancio es su cobertura moral, y a mí me parece inmejorable. Primero, porque asume la preciosa lección paulina de que a menudo hacemos lo que no queremos y no hacemos lo que queremos, que es esencial para entenderse un poco en la vida. Segundo, porque el mal es, más que nada, una falta de energía. 

1 comentario:

zUmO dE pOeSíA (emilia, aitor y cía.) dijo...

Yo diría que el mal es energía mal encauzada, mal dirigida. Hitler no era persona perezosa, al menos en el sentido coloquial de la palabra. Al contrario: Era muy activo, muy enérgico (escribió un libro, fundó un partido, concurrió a unas elecciones, las ganó...). E hizo otras muchas cosas, todas ellas malvadas, despiadadas, dañinas... La maldad es más bien un error: un error que hace sufrir. Como dice José Antonio Marina, "quien se equivoca en los fines, se equivoca en todo".