lunes, 27 de mayo de 2013

La delicadeza del ingeniero


Voy a hablar de un libro que no he leído todavía: Los cerezos en flor, de José Miguel Cejas, en Rialp. Trata de los comienzos del Opus Dei en Japón. El amigo que nos lo recomendaba contó, entre otras muchas cosas, algo que me ha impresionado vivamente. Cuando el obispo de Osaka, Monseñor Taguchi, pidió a san Josemaría Escrivá de Balaguer que la Obra iniciara sus apostolados allí, recomendó que los primeros llegaran a mediados de abril, cuando están los cerezos en flor. Qué exquisita manera de querer que todo salga bien, de causar la mejor impresión, y de prepararlo todo para que los recién desembarcados se enamorasen a un golpe de vista del Japón. San Josemaría le dijo a don José Luis Muzquiz, que era ingeniero, que fuese en primavera, sí, por cumplir con el deseo del obispo, aunque ya suponía él (que no era ingeniero, pero era aragonés, que, para el caso, es lo mismo) que lo de los cerezos le iba a dar lo mismo. Yo, como es natural, estoy con el obispo japonés y creo que no es indiferente para nada lo de la flor del cerezo (de hecho, ya ha dado título al libro), pero me emociona esa  flexibilidad  respetuosa (casi una reverencia) de los dos resolutivos españoles al lirismo nipón y floral de Monseñor Taguchi. 


3 comentarios:

Ignacio Trujillo dijo...

¡Cómo va a ser lo mismo con o sin flores en los cerezos!
Por poner un ejemplo propio, Sevilla con los naranjos en flor es para no irse, en pleno agosto, sin embargo, es para no volver.

Pd: tiene narices las palabritas que hay que poner:inaenancthem

E. G-Máiquez dijo...

Te agradezco mucho el comentario, Ignacio, y doblemente. La segunda vez, por lo de la palabrita. Un amigo me protestó porque no había publicado un comentario suyo. No lo había recibido. Por suerte, es amigo y con confianza para protestar, Dios se la pague; pero he quedado sufriendo por aquellos que crean que les censuro los comentarios, cuando es que ni los veo. Sólo he dejado de publicar uno porque se metía con alguien y, además, creo confundiéndolo con un homónimo. Si no tuviese que haber puesto lo de las dichosas palabritas y las aprobaciones no habría tanto problema. Pero conste que no censuro nunca comentarios que se metan conmigo o con mi cosmovisión.

Corina Dávalos dijo...

Qué delicada y exquisita sensibilidad. No es de extrañar que sea la tierra del haiku.