Hay dos versos de Aquilino Duque, al que hemos estado detenidamente estudiando estos días en Sevilla, que me he repetido mucho. No son los únicos ni los más. Los más son estos:
¿La fe?, por supuesto,
y la esperanza y el amor,
y el andar por el mundo con lo puesto
y ser buen perdedor.Pero estos dos son los que digo:
Si dices la verdad no la repitas,
sólo el que miente insiste.Los he repetido paradójicamente, porque yo me repito mucho, y para prueba el nuevo subtítulo del blogg: "El cuento de la buena pipa" y mis enlaces a entradas mías antiguas. A menudo me repito demasiado, y termino empeorando las cosas, sobre todo en las reuniones de amigos y en las de trabajo. Supongo que años de entrenamiento como profesor de secundaria te convierten en una especie de martillo neumático, repitipitpitiendo hasta taladrar el muro de indiferencia o de niebla. Pero lo estratégico, efectivamente, es no repetirse, sino dejar las cosas en manos o en mentes de los buenos entendedores (si los hay, que vaya si los hay) y a correr, pero no es tan fácil, porque, como me recordaba Carlos Estaban, si algo hay que tenemos vocación de repetir es la verdad.
Al menos intentaré que los disgustos de mi atascada repetición última me sirvan para tres cosas. Un hábito novísimo: callarme un poco cuando hablar sea para nada o peor; y una idea de fondo y de compromiso: lo malo no es repetir, sino repetirse; y quizá un nuevo aforismo que la condense: "Explicar, mas no explicarme".
3 comentarios:
Yo no tengo empacho en repetirme ante mis alumnos. A uno le sucede otro, a un grupo otro grupo, y me digo, como los músicos de las romerías al iniciar el segundo pase: la misma, que hay gente nueva.
Los nuevos matices, los nuevos redondeos, las nuevas adquisiciones, un más de lo mismo que sigue siendo, sí, "lo mismo" pero sobre todo "más" en cuanto "más mejor y más mayor", nuevas inspiraciones, nuevas esquinas, nuevos flashes..., no es repetir. La verdad nunca queda del todo afirmada porque nunca queda del todo encontrada y por esa hay que seguir buscándola siempre, luego hay que re(petir quizá no) pero sí otros re-.
Cuando pasa cierto tiempo, repetir la verdad puede ser oportuno: el tiempo, asociado a los cambios que vamos experimentando, nos permite descubrir nuevos matices en aquella verdad que un día se nos dijera. La repetición de los textos bíblicos en la liturgia puede tener ese sentido.
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