Con cuatro meses de retraso, habiéndose cargado la disposición versal del epitafio, que le remaché expresamente, y poniendo las letras en negro cuando le dije que las quería apenas grabadas en blanco, trajo ayer la lápida de Pukka el marmolista. Podría ser un ejemplo de nuestros índices de productividad, pero qué importa, porque tampoco Pukka me hizo nunca el menor caso. Así ha quedado, al pie del limonero:
Por si alguno pasa por aquí y no conoce la historia: ahí está.
1 comentario:
jajaja, lo has tomado con deportividad. Por lo visto, Pukka gana las batallas como el Cid.
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