lunes, 31 de agosto de 2015

El faro escondido


A las cinco de la mañana nos despierta Carmen. Esta vez me toca bajar a mí. No quiere nada, nada más que un cuento. Yo muerto de sueño le doy a elegir, como siempre, entre poema, narración clásica o recuerdo de mi infancia. Escoge recuerdo. Busco uno rápido y nocturno.

Desde la terraza del dormitorio de mis padres se veía el mar y el faro de Cádiz, con su ritmo de luz. Me recuerdo con mi padre, mirándolo. Ambos sin la parte de arriba del pijama y sintiendo la brisa. Mi padre me explicaba los vientos de la noche, del mar a tierra al principio, de tierra a mar en la madrugada. 

Pero crecieron los pinos. Ahora no se ve, desde la terraza, más que bosque verde. A mí no me importa, porque saber que detrás está el faro es otra luz. Si cierro los ojos, puedo verla. ¿Puedes verla, Carmen? Pero se ha quedado dormida. ¿Podré enseñársela a mis hijos, esa luz escondida?


1 comentario:

Juan Ignacio dijo...

Algo quizás se aprenda, pero creo que es un don...