Lo que más me emociona es la épica de la alegría. Hay a quien le emociona el drama o la tragedia o la melancolía, y a mí también, pero mucho menos; o a quien le basta la risa fácil, suelta. A mí, no. Ayer volvimos a llevar a Carmen a vacunar, que es asombroso lo vacunados que están los bebés. Le clavó la enfermera la aguja y no lloró en un primer momento. Puso cara de sorpresa. Dos segundos de ojos verdes bien abiertos y silencio. Luego soltó un “ayayay” hondo con su boca de dos dientes y se le escaparon unas pocas lágrimas redondas. Enseguida, cuando le frotó la enfermera el algodón en la piernecilla, de nuevo cara de sorpresa, esta vez fresquita. Su madre susurró: “Ea, ea”. Y la niña se tragó sus tres lágrimas; y sonrió de tal manera que me volví buscando el arco iris al fondo de la enfermería. La enfermera estaba estupefacta, halagada con su parte alícuota de sonrisa: no había visto a un bebé tan simpático y valiente nunca. Si hubiese sido algo mayor, habría salido Carmen cojeando un poco y consolándonos: “No es nada, ea, ya está” con una mirada dulce. También, si hubiese sido mayor, le podría haber ido explicando por qué me emocionó tanto, pero como es tan chiquitita la saqué en brazos, como a hombros, orgulloso. Ella iba riéndose, feliz, épica.
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6 comentarios:
notable
Un texto admirable. Y una niña muy valiente.
Épico y emocionante. Y exactísimo el arco iris que buscabas: como el arco iris tras la lluvia, el "ea ea" y el mimo tras la vacuna.
Mérito de Carmencita fijarse más en el arco iris que en la lluvia.
¡Y tiene los ojos verdes!
Esta niña promete.
¡Ea!
Bien por la niña
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