jueves, 17 de marzo de 2011

Dudoso murciano

Lo que menos me ha gustado de Sueño de origen, el último poemario de Eloy Sánchez Rosillo, es la dedicatoria de mi ejemplar. Es muy generosa por otra parte, pero me califica como “dudoso murciano”.

¡Dudoso, yo!, con la de vueltas, casi mareantes y quizá ridículas, que doy para no dejar atrás mi lugar de nacimiento. Pongo “Murcia, pero el Puerto de Santa María”, que es demasiado largo, lo sé, porque no quiero renunciar a nada. Cierto que sólo nací allí, como todos mis hermanos, uno tras otro. Mi madre buscaba el amparo de su familia para dar a luz, pero enseguida nos volvíamos aquí, donde mis raíces paternas. Luego volvíamos unos días en Navidades y otros en Semana Santa y pasábamos en verano camino de la playa, hasta que mis abuelos maternos se hicieron mayores y se vinieron al Puerto también, y ya nada. Sin embargo, está la frase honda de Ramón Gaya, que llevo en el alma:
Para mí las cosas murcianas, este paisaje por ejemplo, tienen mucha importancia. No tengo raza allí, pero se ve que ese primer llanto cuando uno aparece tiene mucha importancia, no sé, son cosas secretas
Entre esas cosas murcianas de mucha importancia, la poesía de Eloy Sánchez Rosillo, el mismo Eloy que duda de mi murcianidad, sin saber que uno de sus fundamentos es su obra. Y todo se intrinca. No ha sido frente a la dedicatoria la única vez que he recordado a Gaya con Sueño de origen entre las manos. Hay varios poemas fundamentales del libro que se entienden aún mejor si uno tiene presente lo que escribió Gaya de Velázquez:
Con Velázquez sucede al revés; que en estos extraños retratos se represente a la Infanta Margarita, o al Niño de Vallecas, o al Conde–Duque, no significa mucho ni ellos se diferencian gran cosa aquí, y no porque Velázquez confunda a unos con otros, sino porque él no los retrata nunca como personajes, ni como personas, sino como seres, como seres desposeídos; y los seres, llevados a su anónimo rincón vital, original, resultarán todos muy semejantes. De ahí que un gran retratista como él no caiga en esa prestigiosa trampa de la psicología, o en esa otra del carácter, y nos entregue a todos, como purificados, salvados de sí mismos. 
A partir de ahí se puede leer con total conocimiento de causa el poema “Un paso” de Sánchez Rosillo:
Más allá de quien eres. 
Aunque sólo sea un paso bastará. 
Atrévete; confía y nada temas.
Si das un paso, al fin habrás llegado. 

Traspasar esa línea de sombra que trazara 
en torno a ti la culpa de ser tú. 
Y allí, inocente, libre 
del triste encierro de la identidad, 
ver en el ámbar puro de la mañana nueva 
que la luz te perdona 
y te signa la frente con su mano. 

E insiste en “Sin mí”:
Paso deprisa por mi propia puerta: 
hoy no quiero encontrarme a ese que soy. 
Andar solo, sin mí, qué maravilla, 
cuánta despreocupada libertad. 
Y en torno esta mañana de incipiente junio. 
Son muy personales estos versos que celebran la impersonalidad, paradoja presente en los propios retratos de Velázquez, inconfundibles. Esto se explica, creo, en el poema “La belleza”, tan redondo en su paralela paradoja:
La belleza es de todos 
(huerto con sombra y sol, aljibe y cielo 
y acequia rumorosa, 
con su fruta y su rosal, 
y con su adelfa amarga): 
patrimonio común que sin embargo 
sólo es de cada uno. 
Y sin restarle alcance universal al poema, mi murcianía se emociona con ese epítome huertano de la belleza: la huerta, el aljibe, la acequia, la fruta, el rosal y la adelfa. Y cuánta agua fresca corre entre esos versos. Agua que nos trae de nuevo a la memoria, naturalmente, a Ramón Gaya…

6 comentarios:

Ignacio Trujillo dijo...

¡Que gozada abrir el blog por la mañana y encontrar la profundidad de estos pensamientos y la belleza de estos versos! Comienza uno el día con más benevolencia. ¡Muchas gracias, murci-portuense o portu-murciano!

ACdR dijo...

Suscribo. Qué lección de lectura y buena vista. Y teniendo Murcia cerca no hace falta viajar a Italia.

Ángel Ruiz dijo...

Tengo mucha curiosidad por leer ese libro; vi por ahí un poema sobre la alegría y con lo tuyo me dan todavía más ganas.
Y en el libro anterior ya había ese tono. Y se ve muy bien gracias a lo que dices lo importante que ha sido el magisterio de Gaya.
Y qué diferencia con el mito romántico/decadente del poeta divo, que existe para afirmarse y darle vueltas a su ego.

Enrique Barrero dijo...

Lo de Murcia pero El Puerto
se ve que provoca a algunos
juicios inoportunos
y no poco desconcierto.
Culpa del sutil aserto
que al lector hace que piense
de modo que, con suspense,
pugnan fieros por la gloria
del poeta y su memoria
el murciano, el portuense...

Mery dijo...

Para mí Eloy Sánchez Rosillo fue un felicísimo descubrimiento.

Ángel Paniagua dijo...

En puridad casi parece que lo de "dudoso murciano" debería aplicármelo a mí, aunque por la regla de tres que marca sería "dudoso extremeño"... Tendré que preguntarle... ¡Qué buena pinta tiene el nuevo libro!