lunes, 21 de marzo de 2011

Un epígono de Job

El barbero en Conversaciones de E. M. Cioran:

[Sobre si es reaccionario] Henri Thomas me dijo un día: “Usted está contra todo lo que ha ocurrido desde 1920”, y yo le respondí: “¡No, desde Adán!”
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Un libro debe ser un peligro.
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El poder es diabólico: el demonio no fue más que un ángel con ambición de poder.
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En el momento en que escribes, estás tú solo contigo mismo o con Dios, aunque no seas creyente.
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Pero, a decir verdad, soy casi incapaz de leer novelas, casi incapaz. […] Nunca he leído ese libro [El ser y la nada]: por culpa del estilo.
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Hacer la torre de Montparnasse después de haber hecho catedrales: ¿podemos decir que la historia tiene un sentido?
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¡Ay del libro que podemos leer sin hacernos constantes preguntas sobre el autor!
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[¿Cuánto tiempo trabajó hasta que su primer libro quedó escrito en francés?] No mucho, pero día y noche durante tres años.
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Estoy incapacitado para tener fe, pero no soy indiferente a los problemas que nos plantea la religión. La fe va más al fondo de las cosas que la reflexión. A quien nunca se haya sentido tentado por la religión le faltará algo: saber lo que es el bien y el mal. A veces imagino la historia universal como un gran río del pecado original. Leo y releo el Libro del Genésis y tengo la sensación de que eun unas pocas páginas está todo dicho. Es muy emocionante. Aquellos nómadas del desierto tenían una visión completa del hombre y del mundo.
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Hay que elegir el sitio en que uno quiere fracasar en la vida.
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He escrito aforismos por repulsión hacia todo.
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Sin Bach, yo sería un nihilista absoluto.
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Hay momentos es que, por alejados que estemos de la fe, sólo concebimos un posible interlocutor: Dios.
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La profundidad es el monopolio de los que han sufrido.
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Mientras frecuentas la poesía, no te arriesgas al vacío interior. La obra y el lector pertenecen al mismo universo, una intimidad extraordinaria los vincula. Como en el caso de la música, te aproximas a algo esencial que te colma: como una gracia, una complicidad sobrenatural con lo indefinible. El tiempo queda eliminado, te ves proyectado fuera del devenir. Música y poesía, dos aberraciones sublimes.
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[¿Por qué rompió usted con la poesía?] Por agotamiento interior, por debilitamiento de mi capacidad de emoción.
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Creer en Dios significaba para mí humillarse. Hay una faceta demoníaca en eso, muy grave, lo sé…
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Toda mi ambición estribaba incluso en ser un pensador privado, un epígono de Job.
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En general, quienes no tienen ninguna religión tiene una, que es la negación. […] el hombre que se vuelve arreligioso por su propia voluntad se esteriliza y lo más antipático es que eso va acompañado siempre de un orgullo exagerado y desagradable.
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[sobre la escritura autobiográfica] Todo lo que no es experiencia interior no es profundo.
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Tengo un auténtico culto por España.
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Y ahora me preguntan: “¿Por qué ha dejado de escribir?”. ¡Porque estaba harto de hablar mal de Dios y del universo!

2 comentarios:

Alejandro Martín dijo...

Grandioso. Me lo apunto.

Cristina Brackelmanns dijo...

Sí que es grandioso, y desde luego su caso no es de los del ay: no es posible leerlo sin hacerse constantes preguntas sobre el autor.