Meta chinchetas

Los aforismos florecen en los amenos prados de nuestra literatura. Bien. Claro que entre ellos, para el lector atento, como para el botánico en el campo, hay de todo. Ya me metí en el feraz jardín de Gómez de la Serna para picar unas flores y otras, y ordenarlas en alegres ramilletes. También hice un poco de Teofrasto en general, siguiendo a Cristóbal Serra. Se agradece cuando los autores ayudan, y clasifican a los suyos, como hizo Ramón, llamándooles greguerías, o Mario Quintana, con sus quintanares, o Sánchez Ferlosio con sus pecios, o Nietszche con sus flechas, o Ramón Eder con sus ironías, o José Mateos con sus divinanzas, o Enrique Baltanás con sus volaterías... Yo también me apunto, y a los míos los llamo, qué remedio, chinchetas.

Menos punta que un alfiler, pero más cabeza.

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Ya querría yo que fueran imperdibles, pero son chinchetas.

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Chinchetas de quita y pon. Las prendo en mis artículos de prensa o en mis reseñas, y después las vuelvo al corcho, hasta otra ocasión.

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Chincheta salomónica: tornillo. (¿Demasiado barroca para mí?)

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Menos genial que la greguería, pero la chincheta lo clava. 

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Del derecho, lo clava; del revés, pincha.

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Chinchetas de colores, un guiño a la fantasía.

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El mundo, la peonza de Dios. La peonza del escritor, la chincheta.

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Estrellas: chinchetas gloriosas.

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Las mejores chinchetas son aforismos fantasmas: me sopla el espíritu de la escalera.

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Chincheta rima con poeta.  Sí, y con cuchufleta.

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No querrían que chincharan, pero lo llevan en el nombre.

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Coma, chincheta doblada.

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Punto final: chincheta clavada hasta la bola.