El doctor, al preguntarme la edad, para rellenar la ficha, apostilló, muy serio:
—Dígame la verdad, por favor, ya sabe que a los médicos y a los curas no se nos puede engañar.
—Sí, 13 de enero de 1969.
—Entonces, usted es de los míos…
¿De los suyos? ¿Sería de mi quinta?, pensé, inquieto, escrutándole como a un espejo para comprobar la imagen que a mis años se ofrece al mundo… ¿O sería que soy de su signo del Zodíaco?, afición ésta que tampoco es muy tranquilizadora si la tiene tu médico…
— … De los míos— prosiguió— porque no ha protestado usted en cuanto he nombrado a los curas. Muchos pacientes se quejan automáticamente: “¿La verdad?, ¿a los curas?, ¿por qué?, eh, ¿por qué?”
Ahora que os lo cuento tal y como ocurrió, he caído en que la respuesta correcta hubiera sido:
—La verdad, claro, pero ¿por qué sólo a los médicos y a los curas, eh?
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