En abril, gracias mil. Por ejemplo, a los comentarios que, de pronto, cuando pensaba que el blog era otra forma íntima de comunicación con mi mujer, han ido llegándome.
Pero, especialmente, a uno que me pone tarea para casa. Quiere que comente esta foto. Viendo el estilo literario del anónimo comentarista tengo una curiosa duda: o todos los progres escriben igual o es un pariente político (nunca mejor usado el adjetivo), al que le apasionan, ay, las discusiones… Sea o no sea, la cuestión es que estoy tremendamente agradecido, por casi mil razones.
1- Por la compaña. Ya avisó Ambrose Bierce, en su Diccionario del diablo, que aunque nada más que sea por el título le gustará, que “solo” significa “en mala compañía”. Gracias, pues, por relevar a mi señora en la ardua tarea de librarme de la peor compañía.
2- Porque, me propone un tema. Yo hoy pensaba contar que ayer estuve en un circuito de multiaventura, lanzándome (o siendo empujado) por la tirolina, montando a caballo y tirando con arco. Ahora no tengo que contarlo y eso está bien: con hacer el indio -nunca mejor dicho- una vez, ya vale: no hay que recrearse…
3- Porque me permite recordar a mis amables lectores que yo no soy del PP. Noto como hay quién intenta contestar a mis argumentos citándome la autoridad de algún líder del Partido Popular que dice (o hace) lo contrario de lo que yo defiendo. Mis colegas de instituto usan esa táctica a menudo. Es una pérdida de tiempo, porque se trata de un argumento (el de la autoridad y del PP) que no practico. No por criticar al PSOe es uno popular; a menudo, es todo lo contrario. El bipartidismo es otra forma de simplismo. Prometo escribir un artículo titulado “La soledad del conservador de fondo” donde explique detalladamente mi posición ante la derecha política… Lo curioso es que hayan acabado siendo los intelectuales de izquierda los más apegados a los argumentos [¿?] de sus autoridades [¿?]
4- Y hablando de intelectuales progresistas, de argumentos y de comeniños, le agradezco también esa última expresión, tan exacta. En este sentido, le remito a Norberto Bobbio. Si lee italiano, mejor.
5- También agradézcole la oportunidad que me da de aclarar mi postura con respecto a las bodas de los homosexuales y, más aún, con respecto a los homosexuales que se casan, a los que les deseo lo mejor. A éstos de la foto, tan sonrientes, supongo que tan felices, les están dando gato por liebre. Lo que celebran no es, ontológicamente, una boda, que es lo que ellos quisieran, por lo que se alegran. De manera, que oponiéndome, como lo hago, al llamado matrimonio homosexual, defiendo, entre otras cosas, el derecho de los homosexuales a que no les timen.
6- Por último, le agredezco la foto, porque prueba un punto interesante. Alguien en vista de mi posición ontológica apuntada en el nº 5 podría decirme: “Hombre, si tú crees que, diga la ley lo que diga, no es matrimonio, ¿por qué negarle el gusto a quién quiera dárselo?” El problema de la legalidad es que, aunque no cambia la naturaleza de las cosas, crea una ficción de legitimidad que se extiende socialmente como el aceite. La prensa progresista y, detrás, como siempre, los políticos ídem, han recordado mucho que los del PP, que votaron en contra del divorcio, se han divorciado luego como locos. Y eso, justamente, prueba que tenían razón en oponerse, porque la ley no es neutral sobre nuestros comportamientos: los influye, o los refluye. Alvárez Cascos se oponía a la ley del divorcio porque oscuramente sospechaba lo que se le iba a venir encima, digo yo.
7- Podría seguir agradeciéndole pretextos para hablar, pero por hoy ya basta, si el comentarista es el que me temo, me temo que habrá que seguir en días sucesivos….
domingo, 9 de abril de 2006
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2 comentarios:
Estoy llegando, lentamente, a un concepto: el de "horteridad ética". Se puede llegar a un desorden moral, desandando el camino de lo hortera, para ver que lo contemplado, a fuerza de kitsch, tiene que esconder alguna anomalía. La foto de El País es de lo más cursi, politiquera, y kitsch que he visto en mi vida. "Miren que progresistas somos también nosotros", parece decir. Si el "viaje al centro" era esto, no hacían falta alforjas. Ni cerebro.
Mientras yo andaba dando vueltas, Jesús ha ido justo al "centro" del asunto...
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